(II)
Uno de los principales pasatiempos de Golmen era la poesía. Habían diversos temas entre sus escritos, pero el tópico que trataba más a menudo era la naturaleza. Podía pasarse horas escribiendo sobre las diversas emociones que le inspiraban jardines y riachuelos, o sobre los distintos matices que en ellos percibía bajo la luz rojiza del atardecer.
Aquella tarde, sin embargo, Golmen tuvo que dejar a medias la lírica. Era jueves, después de todo, y la rutina de los otros seis días de la semana se quebraba bajo su propio peso. Caminó hacia el perchero y tomó su abrigo antes de salir de la casa. Ya afuera, detuvo un taxi, subió y le indicó al conductor que le llevara al café Christiania. El trayecto, como siempre, no tuvo nada que mereciera destacarse.
- Le parecerá extraño- le dijo el taxista cuando hubieron llegado, Gunnar hubo bajado y ya se disponía a pagar -. He vivido en esta ciudad demasiado tiempo, y la verdad es que nunca había visto el lugar antes. Se ve agradable.
- Hay buen café- contestó Gunnar sonriendo.
(10 de mayo del 2007)