jueves, 30 de abril de 2009

Kaos

un punto negro expandiéndose a rastras
combustiona como tormenta eléctrica
sobre una tabla de madera podrida
sobre un cadáver flotando sobre un estómago lleno de gas
fuego en espirales
planetas
planetas eléctricos, planetas de fuego, planetas de hielo
planetas de gusanos reventando por el fango y
el metano
planetas que se devoran a sí mismos
como peces que caminan mordiéndose la cola o rocas copulando
con un amanecer nuclear como telón de fondo
o como monos en moradas de cristal
expandiéndose a rastras
en una parcela de cosmos
regla y compás en espirales
planeta de lógica, planeta lactante, planeta diesel
todo vuelve a la naturaleza salvaje
la naturaleza es caos
kaos = sexo
------ = violencia

(Lima, en algún momento de noviembre del 2008)

martes, 28 de abril de 2009

(Espiando a Nicole, domingo a las 8 a.m.)

Nicole observa a un pájaro gris
con los codos apoyados en el alfeizar de la ventana
se raspa de tanto en tanto
los dientes con la lengua
mientras los rayos del sol blanco secan su nariz.
Mueve la cabeza de lado a lado
siguiendo al pájaro con la mirada
observándolo posarse sobre un plato
lleno de agua
sobre las locetas.
Afuera de la casa
el jardín permanece solitario e inerte
sumido en el silencio para todos nosotros
pero no para ella:
Nicole tiene un oído agudísimo
realmente de la mejor calidad
y parando muy bien sus orejas
puede oir las pisadas de las frágiles patitas.
El pájaro se acerca al plato de comida
que está junto al del agua
abre sus alas en un bravo gesto de triunfo
y comienza a picotear las arenosas hojuelas.
Aquello es suficiente para Nicole.
Retirándose de la ventana
se vuelve hacia el corredor
y recorriéndolo de un salto
echa a correr escaleras abajo.
Vuelve su pálida mirada hacia la puerta del jardín
y sigilosa como un gato
con sus sentidos atentos al molesto ruido de las frágiles patitas
da un paso, dos pasos, muy lento y muy despacio
se aproxima al regordete pájaro
captando la pestífera fragancia de sus plumas.
Cuando lo tiene donde quiere, Nicole sonríe,
flexiona las rodillas y da un brinco.
El ave inadvertida no la ve venir
las enormes fauces ocultan el sol blanco
los dientes machacan la carne
arrancan las plumas
quiebran sin problemas las frágiles patitas,
mientras la paloma se debate moviendo sus alas,
Nicole es más fuerte y prevalece
con un preciso movimiento de su pata
le rompe el cuello.
Aún con el pájaro en el hocico,
la paciente Nicole abandona las tinieblas
se posa bajo el sol, escupiendo un montón de plumas grises. Masticando
se echa patas arriba
con la lengua afuera, roja y jadeante
revolcándose en la hierba
tierna, lozana y satisfecha.

jueves, 23 de abril de 2009

Sexy como el infierno

Estaba sentado al borde de la vereda sin hacer nada productivo cuando llegó Martín y me preguntó qué es lo que hacía.
- Nada- dije, y seguí sentado.
- ¿Qué me cuentas? No te veo hace tiempo- dijo Martín.
Le conté que llevaba casi un mes con novia y que no había escrito ni hecho, en general, nada productivo en todo el verano.
- Qué bien- respondió.
- Ya.
- Vaya mierda.
- Sí. Pero la paso bien. Mi chica es genial.
- Excelente.
- Sí.
Cogí un gitano aplastado de mi bolsillo, lo encendí con un fósforo y le di una calada. Le ofrecí a Martín uno, pero me dijo que no quería.
- Paso, hace dos semanas que no fumo. Creo que lo voy a dejar.
- Me alegro por ti- dije.
- Gracias.
- No, en verdad no.
- ¿Por qué no? Tú también deberías dejarlo. Todos deberíamos dejarlo.
- Ni loco. Tengo 20 años. A penas empiezo a disfrutarlo.
Fue entonces cuando pasó la chica nueva. Acababa de mudarse a la casa de la esquina. Hacía años que nadie nuevo se mudaba, al menos, nadie que despertara realmente nuestro interés. Era alta y de cabello oscuro, largo y rizado. Ojos almendrados, de pestañas increíbles, muy negras, como orientales. Labios sensuales. Estaba bastante bien, como quería.
- Eh, mira, ahí está Taraza- dijo Martín.
Salió de su auto y pasó caminando muy cerca de nosotros, antes de pararse en la puerta de su casa para fumarse un cigarro. No nos habló, ni nos miró, ni hizo ninguna señal de percatarse de nuestra presencia en aquél plano de existencia de forma alguna. Aquello, supongo, hizo que nos gustara un poco más.
- ¿Quién?
- Taraza.
- ¿Así se llama?
- Sí.
- Vaya cosa.
- ¿Qué te parece?- preguntó Martín sacando un gitano de mi cajetilla.
- Sexy como el infierno- respondí.
- Ya.
Nos reímos.
Taraza hechó la colilla de su cigarro a la vereda frente a su casa y cogió una botella de agua de su cartera. Le dio un trago largo, los rayos del sol tiñéndola de blanco y de dorado, pareció mirarnos por una fracción de segundo, luego se dio media vuelta y entró a su casa.
Martín le dio una calada a su cigarrillo.
- Mierda, qué fuertes son estas cosas- exclamó mientras tosía. No se tapó la boca al hacerlo.
- Ya. Lo sé.