Entre las tribus tracias e ilirias, durante el mes de febrero (que se da durante el invierno en esa región de la Europa), los jóvenes deben buscar y atrapar un caballo en las llanuras orientales. Este caballo, obviamente salvaje, debe reunir una serie de características: debe ser joven, de no más de dos años, tener un pelaje negro como el basalto y crines espesas que le protejan del frío. Debe ser, también, más rápido que todos los caballos en los establos del padre del joven domador. Los sacerdotes del templo de Heros Karabazmos, jinete celestial y dios de los muertos, examinan al animal y le someten a diversas pruebas para determinar si cumple con todos los requisitos. Si alguno de estos no se cumple en el caballo presentado, el domador deberá esperar al año siguiente para realizar la prueba nuevamente. En caso contrario, si los requisitos son cumplidos, deberá, en una ceremonia en el templo ante todos los hombres de la tribu, dar muerte a la bestia. Las entrañas son puestas al fuego y consumidas por los presentes, y los huesos son ofrendados al dios. Solo entonces el joven pasará a formar parte de la tribu y será considerado un hombre. A su muerte, según las creencias religiosas de la zona, el hombre tracio cabalgará en el cielo nocturno sobre el espíritu del animal sacrificado y formará parte de la horda de Heros Karabazmos.
(Taller de narrativa de la PUCP, 2009.)
viernes, 28 de agosto de 2009
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