miércoles, 15 de octubre de 2008

Freud

Lo primero que me viene a la mente cuando pienso en el Perú son los mochicas. Pienso en una gran extensión de tierra, en una llanura desértica vasta, inmensa, y en ella se despliega un contingente de guerreros mochica, centenares de ellos, todos guerreros de expresiones fieras, con la piel del color de los rayos del sol marcada con pintura de guerra y armados con sus garrotes, altos, mucho más altos que otros indios, y han cruzado el desierto provenientes de un gran templo, enorme como la mismísima llanura. En mi mente, el contingente de guerreros mochica va al encuentro de sus enemigos, otro grupo de guerreros indígenas, posiblemente de otra etnia, pero quizás no, quizás son moches también, no es importante, en realidad. También son guerreros del desierto, pero mucho menos imponentes, menos valientes y menos salvajes. El jaguar dentro de ellos, digamos, es mucho, mucho más liviano. El jaguar de los huacos mochica, el terrible dios felino, Ai Apaec, que se alimenta de los corazones de los hombres, el dios degollador. Ai Apaec favorece a los mochicas.
Entonces bueno, ambos contingentes se encuentran en la arena y luchan bajo un sol ardiente. Luchan durante horas, incesantemente, incansablemente. Es una lucha que a veces, en mi mente, se hace casi eterna, llena de detalles, llena de visceras y sesos que se desparraman sobre el suelo, cráneos que se abren en canal, que se deforman aplastados por los garrotes, astillados, de lanzas que vuelan por los aires, si es que los mochicas usaban lanzas, de las rocas de las hondas que quiebran los esqueletos de los soldados enemigos y de profundos gritos de guerra, altos alaridos que a penas pueden diferenciarse de los lamentos y la agonía de los vencidos. Se prolonga durante horas, a veces es casi desesperante, el sol en mi sueño se va poniendo y la arena se torna roja y a veces realmente no sé si es por la luz del crepúsculo o porque se ha teñido totalmente de sangre, tal es la carnicería. Pero supongo que esto no es importante, porque quiero decir, se trata de un sueño, de una ocurrencia, y en un sueño (o en una ocurrencia) uno no presta atención a esos detalles. La tierra se ha vuelto roja, punto. El sueño prosigue y uno realmente no presta atención al detalle.
Cuando el sol ha terminado de ponerse, los guerreros recogen a los vivos de entre los caídos. A pesar de la violencia, estos son muchos. Aquí es donde uno se da cuenta del poder de los mochica de mis sueños, porque no solo sus bajas han sido mínimas, si es que las tuvieron, sino que pese a la furia que han mostrado en el combate, se las han ingeniado para mantener con vida a sus rivales. La mayoría de ellos han quedado lisiados, han quedado tuertos, deformes, retorcidos, muchos si viveran se quedarían tarados de por vida, pero todos sabemos la verdad y esta es que no vivirán mucho tiempo. Todos son atados, y el contingente mochica les arrastra por la llanura, no muy lejos, no demasiado lejos, solo hasta su templo, hasta ese templo enorme del que salieron en un inicio y en donde esperan sus generales, los sacerdotes-guerreros del Degollador. Cuando han llegado, los sacerdotes-guerreros encienden hogueras y les separan de los prisioneros, marcándolos con pintura negra o carbón. Y entonces se abre paso a un gran grupo de mujeres, todas desnudas salvo por los amplios zarcillos que cuelgan de los finos lóbulos de sus oídos. Son hermosas, todas, tan altas como los guerreros, de cabellos largos que se confundirían con la noche si no fuera por el brillo de la luna en lo más alto, de curvas sinuosas, pecho amplio, cintura estrecha, en su lugar todo lo deseado, se entiende, y entonces las mujeres se acercan a los guerreros y ni siquiera se detienen a lavarlos, sino que los despojan de sus ropas y se montan sobre ellos, sin más. Se montan sobre ellos y la orgía que se inicia es monumental, es otro campo de batalla, una ola de sexo a la luz de las hogueras y alrededor de los que serán sacrificados, sexo violento, sucio, impuro, tan detallado, variado y creativo como el de los huacos, así de vivo, así de furioso, combustible, como animales, como monos, como jaguares, como dioses del sexo y de la muerte, todos bailando entre las llamas, oscuros, casi negros, como sombras que se funden en la arena.
Ni siquiera ha terminado la cópula cuando los sacerdotes-guerreros inician los cantos a Ai Apaec. Cantos ceremoniales. Cantos de guerra, o del solsticio de verano, no lo sé, pero cantos de ofrecimiento al terrible degollador, al fin y al cabo. Los guerreros, bañados en polvo, en sangre, en sudor, en flujos de sus propios cuerpos y de los ajenos, caminan hacia sus rivales vencidos y los hacen levantarse. Poco a poco, uno por uno, los hacen caminar hacia el altar donde espera el sumo sacerdote, sin que ninguno dude o trate de apartarse, están como drogados, o lo están. Y el sumo sacerdote no pierde tiempo, y sin mayor delicadeza, al tener la primera ofrenda ante él, le abre el cuello con su daga ceremonial, le abre el cuello de lado a lado y la sangre empieza a manar, y entonces, violentamente, le arranca el corazón del cuerpo, con movimientos practicados, rápidos, precisos, y a penas hay gritos, salvo los de los guerreros mochica, jubilosos, que contemplan como el sumo sacerdote devora el corazón en nombre de Ai Apaec. El cuerpo muerto es arrojado a las llamas del altar entonces, y se abre paso al siguiente sacrificio, y así se repite el proceso. Y es así toda la noche, un sacrificio tras otro, los enloquecidos aullidos de júbilo, los cantos ceremoniales, los gemidos sexuales, hasta el amanecer. Cuando los primeros rayos del sol de la mañana lamen suavemente las paredes del templo gigantesco, solo en medio de la llanura, toda del color de los huesos. El viento suave agita a penas la arena, y el calor, que ya puede sentirse, es tal, es tan sofocante, que me hace parecer que la realidad se agita, que las imágenes se distorsionan, se difuminan, como en un espejismo, como en un sueño o en una pesadilla. Y eso es lo primero que me viene a la mente cuando pienso en nuestro país, doc.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

ouuuuuh coso, a pesar de tanto sacrificio... me encanto :). es que tu cultura es shuper mashculina XDD

Anónimo dijo...

te parece si nos encontramos el lunes a las 7 pm en la puerta de la biblioteca. creo que es hora de que te den una buena sacada de mierda para que madures y te voy a ayudar pa q veas q soy cuate.

Juan

Lion Chinaski dijo...

no me parece, Juan. a las siete de la noche ya estoy cómodo en mi casa mientras me tiro a tu hermana. si me quieres ver vas a tener que buscar un horario que me acomode más. lo siento (:

Anónimo dijo...

y bueno.. me gustó el texto guapo.


ahora, puedes hacerte el rudo y lo que quieras pero aunque sepas quien es el anonimo de arriba, no mostrarse es no se.. tan risible como ser un don nadie :S


un beso chinaski que estés bien

Lion Chinaski dijo...

nena, lo que a ti te parezca risible me importa una mierda. si alguien quiere encontrarse conmigo, que se acomode a mi horario.

Anónimo dijo...

El texto està paja.

D.

Anónimo dijo...

bueno, cual es tu horario de disponibilidad. Ah, no tengo hermanas y no creo eso de q estes tirando, porque seguro no has tirado nunca en tu vida. PITO DE MIERDA.

Juan

Lion Chinaski dijo...

eso es lo que te dice tu mamá para que no te sientas mal, Juan. la verdad es que tu familia me la vendió cuando tenía 5 años para pagar la hipoteca de tu casa de cartón y me la vengo tirando desde entonces (:

Anónimo dijo...

lion tu texto esta fuertaso! jajajaja para mi es mucha violencia grafica, pero es interesante tu punto de vista. sigue escribiendo.

p.d- JUAN DE MIERDA! xq no te consigues una vida y te la jodes? en vez de jodersela a los demas...

Anónimo dijo...

yo le voy a Juan.

Anónimo dijo...

Anonimo del 20 de octubre de 2008 20:21 y srta. Lion chinaski, pueden venir los dos juntos y a ambos les sacare la mierda. Al mismo tiempo si quieren. Pongan fecha y lugar yo me adecúo a sus horarios.

Saludos
Juan

Lion Chinaski dijo...

Tú sigue proponiendo fechas, Juan, a ver si eventualmente aciertas un horario que me acomode (:

Anónimo dijo...

quien dice que somos dos?