jueves, 9 de octubre de 2008

lata con gusanos

Manila estaba obsesionada con lo oculto y la brujería y todas esas cosas esotéricas, especialmente el horóscopo chino y la demonología. Fue gracias a ella que descubrí que nací en el año del Dragón a la hora del Dragón y que la fuerza me viene del planeta Saturno y que los garbanzos se pelan con bicarbonato. Cuando se fue, se llevó con ella la mayor parte de sus cosas raras. Se llevó sus dagas wiccanas, sus cartas del tarot, sus anillos de turquesa y madreperla, su hachís, las botellitas con sangre de alimañas y otros animales pequeños, recipientes de lo más raros y todos los libros de magia habidos y por haber. Por si fuera poco, además, se llevó al gato, la muy sucia. Supongo que pensó que era un trato justo, siendo ella la que se iba. Por supuesto, ahora yo tenía que pagar solo el alquiler y la gasolina. Y además, dejó aquí esa horrible lata con gusanos.
Nunca me gustó esa lata. Era asquerosa, y además olía terrible. Como a tierra muy muy vieja y a muerto. En realidad, no tenía nada de especial. Manila insistía en ponerla sobre la mesa de la cocina todos los viernes. Era un verdadero asco, y nunca pude entender qué podía tener de místico. Era simplemente una lata de frijoles vieja, llena de tierra apestosa y con gusanos que de tanto en tanto se alzaban y bailaban como una cobra ante un encantador de serpientes. Manila decía que alejaba los malos espíritus, que todos los viernes se daban una vuelta por los alrededores. Para mí aquello hablaba bastante mal de los entes sobrenaturales - ellos también eran esclavos de la ley de los viernes por la noche. Si no salían a joderle la paciencia a un hombre, no eran felices. En fin, al final la mujer salía ganando siempre y la pútrida lata se quedaba en la cocina, y luego los sábados y buena parte de los domingos todo el departamento olía a cadáver. En un principio aquél asunto era la causa de buena parte de nuestras peleas, pero debo decir que al final acabé por acostumbrarme, si bien nunca acabó de gustarme.
Así que bueno, cuando se fue Manila, mi sorpresa no fue tanta cuando encontré su lata de gusanos en una de las puertas del repostero. De puta madre, debo haber pensado en el momento, ya no tendré que comprar potpurri. Estoy seguro de que cogí la lata y la tiré en el basurero que hay junto al edificio. Luego fui a comprar unas cervezas y me pasé la noche viendo a las chicas en Cinemax. Después de todo, había que empezar a olvidar. La cosa es que a la mañana siguiente la lata estaba en el repostero de nuevo. Abrí para buscar el café y me encontré con esa porquería en mis narices, con esas feas lombrices bailando como el bicho de la gelatina. Y como ya dije, yo estoy seguro de que la tiré a la basura la noche anterior. Y vaya mierda. En el momento pensé que quizás estaba borracho cuando la bajé así que, posiblemente, no la había tirado sino que simplemente había creído haberla tirado. Pero la verdad es que no quedaba ni una gota de alcohol en el departamento cuando fui por las cervezas, así que aquello simplemente no podía ser posible. La lata había vuelto sola al repostero. Así había sido. Manila se había ido y ahora los poderes de lo chungo-sobrenatural me estaban acosando, encarnados en la forma de esa lata con gusanos. Y la muy puta se había ido sin dejarme un teléfono ni nada. Hippie de mierda. Así que bueno, hice algo que había visto que hacían muchas veces los curanderos en las expediciones a las que tuve que ir de tanto en tanto con Manila a cementerios y cerros en los feriados de Santa Bárbara y Santa Clara y no sé qué otras santas pero que seguramente no vienen al caso y esa noche me llevé la lata a un lugar despoblado, con tierra fresca y bien iluminado por la luna, y la enterré allí. Pero voilà, llego a casa y me encuentro con la lata de mierda sobre la mesa de la cocina, arrastrándose de a poquitos como queriendo moverse hacia el repostero. Así que la metí en la refrigeradora, para que se les congelaran los huevos a los putos gusanitos. Si es que los gusanitos tienen huevos, porque a todas luces no los necesitan. Quiero decir, ¿para qué necesita un pene un bicho con forma fálica? Y si tantas ganas tenían de andar tocándome los huevos, y tenían los suyos propios, era más que seguro que esos bichos horribles eran maricones. Por mi madre que sí.
Y nada, esa mañana desperté con el olor de la lata al lado. No quise abrir los ojos. Estaba realmente seguro de que estaba a mi costado, junto a la almohada, así que simplemente me levanté y me fui al baño a vomitar, sin mirar. Me golpeé la frente con el caño. Cuando me hube lavado, salí y sí, ahí estaba, la lata con gusanos junto a mi almohada, y los bichitos asquerosos estos disfrutando, mofándose de mi fría desesperación. Porque claro, yo actuaba con gran serenidad, porque estaba acostumbrado a que todo aquello que estuviera relacionado con Manila tenía que encerrar una gran carga de locura e inexplicabilidad y había que tener paciencia, pero Cristo, esa cosa empezaba a frustrarme, y esos gusanos no dejaban de bailar. Así que nada. Me robé una plancha de madera de la basura de los vecinos y estuve trabajando para aislar una de las puertas del repostero del resto del mismo. Era una plancha bastante grande, así que tuve que cortarla y como no tenía un serrucho ni nada parecido me dediqué a machetear la madera con el cuchillo grande de las verduras y luego a darle unos buenos golpes con el martillo. Los vecinos pitearon y la cosa casi se puso fea, pero al final logré terminar el trabajo. Y cuando aquél espacio estuvo separado de lo demás, guardé la lata con gusanos adentro, esperando que se dejara de estupideces y me dejara en paz.
Y en fin, la cosa es que finalmente llegó el la noche del viernes. Yo estaba viendo jugar a Alianza tranquilamente cuando las puertas de los reposteros empezaron a abrirse. Igual que las ventanas. Por si fuera poco, alguien me cambió de canal. Algún fantasma imbécil que me puso el canal del gobierno. El agua del wáter comenzó a correr con una velocidad que seguro me sacaría más dinero del que me sacaba la casera en medio año de alquiler y los platos y los cubiertos salieron disparados por todas partes. Una cuchara me golpeó en el ojo. Malditos espíritus malignos, pensé. Me puse de pie de un salto y corrí hacia el baño y me encerré ahí. Traté de pensar. Cogí el desatorador que había junto al wáter y rezando solo un poquito, abrí la puerta y corrí hacia la cocina, moviéndome y bloqueando platos voladores con el desatorador como un subnormal. Llegué hasta el repostero, abrí la puerta aislada y ahí estaba la lata de los gusanos, con las lombrices totalmente erguidas y agitándose como si les hubiera dado algo. Podían sentir las malas vibras, estaba seguro de eso. Así que cogí la lata, aún protegiéndome con el desatorador, y la puse sobre la mesa de la cocina. Y de repente, se oyeron unos gritos horribles que a mí me sonaban a griego antiguo pero que seguramente eran mensajes subliminales dichos al revés, que es bastante más diabólico que cualquier idioma clásico pero que igual no viene al caso, y todas las cosas empezaron a volar a su sitio y los platos rotos se sedimentaron y estoy seguro de que hasta la cuenta del agua bajó. Y los gusanitos, en su lata, sobre la mesa, bailaban y bailaban y bailaban y yo me sentí realmente mucho más tranquilo. Casi sentí que había hecho un buen negocio, cambiando el gato por aquella lata con gusanos. Caminé hacia mi cuarto, abrí el cajón de la mesa de noche y saqué un viejo cigarro dominicano. Volví a mi sillón, y con los ojos puestos sobre las piernas del Chancón Corzo, me puse a fumar en silencio.
A la mañana del viernes siguiente alguien llamó a mi puerta. Era Manila. Iba toda de negro, con sus collares y sus anillos y un libro viejo bajo el brazo y el pelo hecho una sarta de dreads castaño-grisáceos. Estaba muy bien.
- Hey nena, volviste.
- Me olvidé mi lata- dijo ella.
- Oh. ¿Trajiste al gato?
- No, el gato es mío, Nacho.
- Nena, no puedes tener al gato y a la lata. Debes dejarme algo.
- Te estás quedando con el auto y el departamento.
- Mani, por favor, con lo que cuesta el alquiler de esta cosa prefiero al gato.
- ¡Reo aurum satanis!- rugió entonces. Yo di un brinco y pegué un grito bastante gay. Me quedé paralizado. Vi a Manila acercarse a la puerta del repostero, abrirla y sacar la lata. Acarició las cabecitas de los gusanos y luego pasó por encima de mí.
- Adiós, Nacho.
Luego se fue y me dejó ahí tirado, inmóvil. Aquella puta. Alcé la mirada hacia el reloj de la cocina. Eran las nueve y diez de la mañana. Aún faltaba bastante para la noche. Esperaba recuperar el movimiento pronto. Tanta acción me había dejado comando. Y quizás tendría tiempo para comprarme un gato. Y para pensar un poco.

10 comentarios:

P dijo...

me recuerda a una lata de gusanos de la tele

Anónimo dijo...

estas kada dia mas kemado. jajaja ke bien lion!

Anónimo dijo...

"Así que la metí en la refrigeradora, para que se les congelaran los huevos a los putos gusanitos."


JJAJAJAJAJAJAAAJAJAJAJAJJAJAAAJAJJAJAJAAJAJAJJAAJJAJAJJJAJAJAAAJJAJJAJAJAJAJAJAAJAJJAJAJAJAJAAJAJJJAJAJAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJA... auch, mi uretra...

Anónimo dijo...

pretencioso,
muy largo,
no esta en la onda, Frank.

m.

Lion Chinaski dijo...

ay Frank, como se nota que extrañas que postee en tu blog.

Anónimo dijo...

ja, me mofo.

Anónimo dijo...

Me pregunto què carajo es "la onda" segùn Martìn. Seguro que quiere que escribas como Sabina. Y si, debe extrañar que postees su blog.

D.

Lion Chinaski dijo...

la onda de Martín es que postee en su blog.

Anónimo dijo...

tu onda no es mi onda.
no te doy la esquina.

Lion Chinaski dijo...

30/10/2008

el sAlmón http://losvanguardistas.wordpress.com/ dice:
debes volver a postear en el blog
lion dice:
oh
lion dice:
y eso?
el sAlmón http://losvanguardistas.wordpress.com/ dice:
calla
el sAlmón http://losvanguardistas.wordpress.com/ dice:
vos sabes
30/10/2008 10:59:20 p.m. el sAlmón http://losvanguardistas.wordpress.com/ dice:
fin
el sAlmón http://losvanguardistas.wordpress.com/ dice:
no seas marica
lion dice:
JA
lion dice:
xD


07/11/2008

obrero. http://losvanguardistas.wordpress.com dice:
bueno, ojala q regreses al blog
lion el anfibio dice:
claro claro


***

públicame y cállate, bitch.