miércoles, 24 de junio de 2009

El Rito Odínico

(IV)
Eran todos personas de hábitos. Eso es lo que había reunido a Gunnar con ellos. Era extraño que después de tantos años frecuentándose, la sociedad se siguiera rehusando a dar a Golmen los mismos apelativos que a sus compañeros. Pero era la realidad de las cosas, Gunnar Golmen no era un truhán.
Del grupo de la tertulia de los jueves, Adam Polk era el que más roces tenía con el resto. Se entendía bien con Gunnar, pues ambos compartían la afinidad por el arte y la naturaleza. Polk era un pintor con talento, pero sus obras sufrían las secuelas de un carácter voluble.
- Hice un cuadro nuevo- diría más tarde esa misma noche, buscando dejar atrás el tema de la nueva situación política en el reino -. Lo llamé "Un enorme lago congelado entre la realidad y el deseo". No me gustó mucho.
- Seguramente lo destruiste, ¿cierto?- le preguntó Golmen dando el último sorbo a su café.
- Sí- contestó Polk. Había hecho que su sirvienta se lo comiera.
- ¿Qué trataste inútilmente de representar esta vez, Adam?- preguntó Woods.
- Pasiones ardientes, fríos anhelos, vicios oscuros. Era una bella amalgama de colores violentos y formas imposibles. Pero no decía nada.
- Otro fracaso entonces.
Polk rió.
- Sí- dijo. Tomó entre sus dedos un cubo de azúcar y lo aplastó disimuladamente. Le hubiera gustado que fuera la cabeza rechoncha de Jeremiah Woods.
(10 de mayo del 2007)

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