domingo, 23 de diciembre de 2007

Sábado

Era uno de esos sábados en que no tenía nada que hacer y yo estaba frente a la computadora. Usualmente uno se las ingenia los sábados, hace algo por no aburrirse. Yo en cambio, cuando no tengo nada qué hacer trato de no esforzarme y simplemente no hago nada. Máximo comprar un poco de chocolate o vino o las dos cosas. Así que bueno, estaba frente a la computadora con una botella de Selección Giol al lado y pensaba en los poemas que debía escribir durante el tiempo que durase hacer nada cuando sonó el timbre. Procuré desentenderme del asunto y dejar que María atendiese. María, cabe mencionarlo, es mi empleada, la asistenta, la joven que trabaja en mi casa. Y cuando la familia no está y no hay más excusas para que yo conteste a todas las llamadas y vea quien llama a la puerta, procuro que María haga su trabajo.
Y bueno, bebía una copa (digo copa pero en realidad yo bebo el vino en vasos o simplemente del pico de la botella) y componía algún verso. Y así iba componiendo varios versos.
- ¿Joven Iñaki?
- ¿María?
Me volví hacia las escaleras y vi a María subir. El uniforme le quedaba bien. Tenía buenas piernas y una boquita pequeña.
- Dime.
- Eh... hay un señor en la puerta que desea hablar con usted... eh... le dije que la señora y el señor no estaban pero dijeron que... eh... para hablar con cualquiera y ver si puede firmar unos papeles... eh... eh...
- Vale. Voy a ver.
En verdad me jodía que me interrumpieran. Me jodía porque los versos de verdad estaban fluyendo y detestaba dejar el vaso de vino a medias, expuesto a todos esos gusanos con alas que invaden el ambiente de uno en el verano. Pero podía ser importante y la verdad es que yo no era tan irresponsable. El trabajo de mi padre era importante (pagaba mis libros y mis discos).
Así que pasé junto a María y sin tiempo de mirar sus lindas espaldas, me dirigí al garaje, donde estaba la puerta principal. Caminé hacia la puerta y abrí.
- Hey- dije al hombre en la puerta. Tenía una camisa y sudaba. Vaya que sudaba.
- Buenas señor- dijo él. Entre las manos sostenía un lapicero y un montón de papeles -. Eeeh, mi nombre es César Cueto y soy cuñado del vigilante Manuel Cueto.
- Ah.
- Sí. Mire, como puede ver en estos documentos señor, su esposa de mi hermano está muy mal. Ha tenido un derrame y hay que operar y señor, mi hermano no tiene dinero. Mi hermano trabaja en su condominio desde hace casi cinco años pero sus ahorros no alcanzan. Así que estamos colectando cuanto quieran ofrecernos las personas del vecindario para costear la mitad de los gastos.
- Ajá.
- Sí. ¿Podría colaborar con nosotros, señor?
Lo miré un rato. Aquél hombre de verdad estaba sudando como un cochino. Seguramente había estado paseándose por toda la Avenida Primavera desde hacía un buen rato. Así que decidí pensarlo seriamente. Había más de un vigilante en el condominio y la verdad es que no recordaba cuál de todos era Manuel. Lo pensé una vez más y otra más por siacaso.
-No, lo siento- dije entonces -. Mis papás no están. Si puede venir mañana o pasado seguro que ellos le aportan.
- Oh. Eh, ¿pero no nos puede dar nada?
- Hmmm, no.
- ¿Pero por qué? Señor, esto es algo urgente. ¿Acaso usted no trabaja?
- No.
- ¿Sus padres no le dan propina?
- ¿Los suyos no se la dan a usted?
- ¡Oiga! ¡Esto no es para burlarse!
- César, no me tomes el pelo.
Y le cerré la puerta en la cara. Con lo sudado que andaba el ventarrón de la puerta seguro haría que le diera pulmonía. Jajajá. Entré una vez más, subí las escaleras y me senté. Mi vino estaba limpio, así que me lo bebí de un trago y traté de seguir escribiendo. Pero me di cuenta de que ya no estaba inspirado y los versos no fluían. De verdad que ya no fluían.
- Mierda- dije. Tomé un puñado de chocolates y puse la botella de vino bajo mi brazo. Me puse de pie y traté de pensar. De verdad no había nada qué hacer.
- Mierda.
Quizás podría ver una película. The Song Remains the Same me hacía ojitos desde una mesa cercana a la computadora. Miré el intercomunicador. María estaba en la cocina. María estaba abajo cocinando y yo tenía hambre. Oh nena. Caminé hacia el intercomunicador y llamé.
- ¿Eh, sí joven?- inquirió María desde el otro lado de la línea.
- Hey, María.
Jojojó.
Eeeeh. Eeeeh. Eeeeeeeeh.
Eh.

3 comentarios:

P dijo...

Vino, vino. Tengo media botella y en mi casa retumba el sonido del último concierto de Zeppelin (sí, el de hace como dos semanas). Gracias por la buena idea, eh Iñaki.

Paulina dijo...

ñeee xDD me dio tristeza igual... como no le da dinero xD
Saludos.

Anónimo dijo...

...SOLO XQ LA BIEN PARECIDA TIENE BUENAS PIERNAS... YA DEJA D PEDIRLE Q LIMPIE ARRIBA DEL REFRI MORBOSO! JA.