martes, 4 de diciembre de 2007

Nerea Sandino. Bar Laratz, Vitoria-Gasteiz, España.

Urtzi de la Rosa solía tener excentricidades, especialmente en lo que respectaba a la música y a la literatura, pero yo diría que fue una específicamente (la de robar libros) la que lo marcó como poeta incendiario. Visceralista incendiario.

Éramos amigos del instituto, fuimos juntos a primer año de bachiller y teníamos bastante confianza. Hablábamos de mis novios, de sus novias, especialmente cuando andábamos borrachos. También hablábamos de las bandas que nos gustaban, y de vez en cuando él me hablaba de poesía. Debo decir, pese a lo cercanos que éramos, que Urtzi era un tipo algo intolerante, no sé, un radical bastante cerrado, que no estaba dispuesto a aceptar posturas distintas a las suyas, en ningún tópico fuera el que fuera. Fue por eso (en parte) que no le presenté nunca a mi novio. No me apetecía escuchar ninguno de sus comentarios despectivos (que si era pijo, que si bacala, que si emo). Joder, estoy haciendo que parezca que no lo aguantaba. Seguramente yo también tenía mis cosas. La verdad es que con todo y todo, nos llevábamos muy bien.

Yo me enteré del asunto de los libros cuando él ya llevaba un tiempo haciéndolo, un día en que unos amigos y yo habíamos quedado con él en el Irauli, que era el bar que él solía frecuentar. El Irauli es un antro al que suelen ir jóvenes disidentes. Punkies y nacionalistas vascos. Supongo que esa etiqueta le quedaba bastante bien. En fin, yo fui la primera en llegar ese día y lo encontré sentado en una mesa cercana a la barra. Estaba enfrascado en la lectura de un libro pequeño y le pregunté "¿Qué haces?" o algo así, y él me respondió, muy serio: "Leer, voy a ser poeta." Sin más, con mucha naturalidad. Por un momento pensé en reír, pero me di cuenta de que la escena no tenía nada de humorístico, así que simplemente le pedí que me dejara mirar lo que leía. Era un poemario en euskera llamado Bilbo Dub Kroniak (Crónicas Dub de Bilbao), de Paddy Rekalde, que es un poeta bilbaíno. Estuve ojeándolo un momento y entonces me di cuenta de que tenía la etiqueta de la biblioteca. Me le quedé mirando un rato y le pregunté a Urtzi si lo había robado.
"No," dijo él. "Lo he socializado."
No supe qué más decir, así que me limité a sonreír y negar con la cabeza. Al poco rato llegaron los demás, y no volvimos a tocar el tema.

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