lunes, 17 de diciembre de 2007

Saliendo del trance

La puerta del ascensor no abría así que Mangi y yo bajamos por las escaleras. Habíamos desayunado, habíamos lavado los platos y luego nos habíamos sentado a leer. Y luego habíamos decidido irnos pero como no sabíamos abrir la puerta del ascensor, bajamos por las escaleras. Un piso tras otro hasta llegar al primero, saludamos al vigilante, nos despedimos de él y estábamos en la calle.
- ¿Tú cruzas la calle?- me preguntó Mangi.
Debía cruzar la calle.
- Sí- dije.
- Porque yo pienso tomar un taxi, me da flojera caminar. Te puedo jalar a Comandante Espinar y te ahorras un par de cuadras.
Lo pensé un rato. En realidad era lo mismo, pero prefería pasar más tiempo acompañado.
- Sale.
Cruzamos la calle. Detuvimos un taxi. Nos subimos. En cuestión de segundos estuvimos lejos de Angamos.
- Mierda- dijo Mangi-. Creo que tú debías bajar más allá.
- Sí- dije yo-. Bueno, me bajo en la esquina.
Cuando el taxi llegó a la esquina, abrí la puerta. El taxi frenó y me bajé.
- Nos vemos Mangi.
- Chao Lion.

Ya estando solo en la calle, tomé un cigarrillo que guardaba en el bolsillo, uno de los Kent que nos había regalado el papá de Kemado la noche anterior. Lo encendí y caminé hacia Angamos, pensando. A menudo me gusta pensar, sobre todo mientras camino. Suelo hacer grandes descubrimientos. Hoy, por ejemplo, mientras caminaba, descubrí que el colegio San Silvestre (o algo que parece el colegio San Silvestre) está muy cerca de la casa de Kemado. En la puerta habían unas chicas que seguramente ya se habrían graduado, muy rubias y delgadas. Me gustaban. Me miraron. Pensé que quizás debía dejarme de chicas mayores y empezar a buscar escolares. Carajo, el sol estaba brillante, tenía un nuevo paquete de cigarros y toda mi vida por delante.

Cuando llegué a Angamos, vi una combi que me dejaría en la puerta de mi casa. Tiré la colilla del cigarro a la calle y estiré la mano. Decidí que cuando llegara a casa, me pondría a escribir. Hoy estaba de humor para escribir.

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