domingo, 8 de junio de 2008

Tommen

Nota: esta es una reedición del cuento "el hacha", que escribí en marzo.

Sobre la cubierta del barcoluengo, Tommen sopesaba la vieja hacha de su abuelo. Estaba perfectamente equilibrada, una buena arma de acero skarsk, y había acompañado a su abuelo hasta el final. El final. Trató de recordar a su abuelo. Era un hombre grande, más grande que él. En la mayoría de sus recuerdos, estaba furioso. Pero era un guerrero y un hombre de honor.
Alzó el hacha y dio un suave mandoble, curvo. Sintió que casi podía hendir la brisa marina.
Él también era un buen guerrero, uno de los mejores espadas del rey Stellan. Y por supuesto, esta no era su primera batalla.
- El arma de un guerrero del rey es su alma. Todo hombre merece ser vengado- le había dicho su abuelo una vez. Era una de las reglas, estaba en la letanía de los primeros skarsk, descendientes de los lor llegados del Este. Y entonces, la voz de Balin le devolvió a la realidad.
- ¡Tierra!- exclamó -. ¡Hemos llegado! ¡Tierra!
Al tiempo de la llamada de Balin, el tumulto comenzó en el barco dragón. Los guerreros, hermanos de Tommen, cubiertos por corazas y cotas de malla de acero.
- No nos esperan- susurró Jans, a su lado. Tommen negó con la cabeza.
Su abuelo odiaba a los goethes. En sus historias, eran hombres remilgados, arrogantes, sin honor, dispuestos a todo por controlar las naciones vecinas. Tommen no descubrió como eran en realidad hasta que entró al campo de batalla por primera vez. Eran hombres, no más. Hombres con familias, hijos y esposas. Tan agresivos como ellos.
- Era un hombre valiente.
Se puso de pie, hacha en mano. Nunca antes había ido a una batalla con otra cosa que no fuera su espada. Para él, aquello reducía sus posibilidades de volver a casa. Él también tenía una familia. Una esposa y un hijo recién nacido. Pero aquella arma era el legado de su abuelo. Su alma. Los goethes le habían quitado la vida, y el honor demandaba que entrara en la batalla armado con su hacha. Cencellada. Así se llamaba.
El barco se detuvo.
- ¡Anclad!- gritó Balin.
- Mira, allá- le dijo Jans -. Nos estaban esperando después de todo.
Saeteros goethes aguardaban en un enclave cercano a la orilla. Sus saetas no tardaron en saltar sobre ellos. No eran los mejores arqueros. De todos sus hermanos en la nave, Tommen solo contó nueve caídos, entre ellos Balin. Los clamores de batalla de aquellos cercanos a los muertos no tardaron en hacerse escuchar. Alzó su escudo. Algunos de los guerreros más jóvenes perdieron el equilibrio y cayeron a tierra, haciendo los clamores más fuertes. Aferró el mango de Cencellada con fuerza y saltó sobre la arena, listo para la batalla.
Vio al primer goethe acercarse. Levantó el arma de su abuelo y la dejó caer sobre su cabeza.
- ¡Freya!- gritó Tommen, y siguió adelante, dejando atrás el cadáver. Sería un día largo, y aún había mucho que hacer.

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