sábado, 9 de agosto de 2008

crimen

"Mi padre," dijo Ugarte rascándose detrás de la oreja con el dedo del anillo, "trataba siempre de ser un hombre correcto. Que no quiere decir que lo fuera siempre, qué va, pero lo intentaba. En una sociedad como la nuestra yo creo (fíjate que digo sociedad, no mundo, porque el mundo no tiene nada que ver), yo creo que eso dice mucho de la clase de hombre que era mi padre. Entonces, a lo que iba. Cuando cumplí 18 años mi padre me llevó a comprarme mis primeras botas militares. Eran negras, largas, como estas que llevo puestas ahora, con punta de acero. Caterpillar, creo. Yo quería unas Harley Davidson que no lograron cupirme, pero mi padre me convenció de comprar esas botas militares en su lugar. Y luego me llevó a tomar un helado y un café. Lo recuerdo como mi rito de iniciación, más o menos.
´´En fin, entonces, en una mesita en el café, comiéndose su helado de pistaccio, mi padre me mira y sonríe y me dice, 'Hijo, estoy orgulloso de ti.' Por aquél entonces yo era muy distinto de como soy ahora, claro. Iba a cortarme el pelo, no tenía barba, olía más... dulce. Así que, entonces, mi padre tenía motivos para estar orgulloso de mí. Así que me dice, 'Hijo, estoy orgulloso de ti. Tu madre y yo estamos orgullosos de ti y de tu hermano, y de Alvarito.' Alvarito es mi sobrino, espero que no te hayas olvidado de él. Bien, bueno, entonces mi padre dice 'estamos orgullosos de ti y de tu hermano y de Alvarito.' Y me dice, 'Tu puedes estudiar lo que quieras hijo. Puedes ser abogado, si te gusta ser abogado, realmente nos alegramos mucho tu madre y yo, nos alegra saber que es la carrera que pareces haber escogido, pero si quisieras ser otra cosa, médico como tu hermano, artista, un escritor, quiero que sepas que puedes estudiar lo que quieras, porque es lo que harás toda la vida. Y en todo puedes ser bueno. Y, siempre sé un hombre honesto hijo. Eso es muy importante' me dijo, mirándome con esos ojos verdes tan bonitos que tenía mi padre. 'La honestidad es muy importante. Nunca comprometas tu honestidad.'
´´¿Y cómo crees que me sentí yo, pues, Ayala, en ese momento, mientras me comía ese helado de plátano y me tomaba ese café con leche, y mi padre me miraba sonriente y me decía que estaba orgulloso de mí luego de haberme comprado mis primeras botas militares? ¿Hmm? Obviamente, me sentí obligado a cumplir con lo que mi padre decía, porque mi padre siempre había tratado de ser un buen hombre, pues. ¿Sabes? Puedo contar con los... dedos de esta mano, las veces que mi padre me puso la mano encima. Yo era un energúmeno de mierda a veces. Pero mi padre era un buen hombre y el día que cumplí 18 años me dijo que él me apoyaría hiciera lo que hiciera con mi vida, en resumen. Pero también que fuera siempre un hombre honesto."
Ayala balbuceó algo, algo como "Mierda" o una grosería parecida, pero una grosería desesperada, apresurada, nada contundente ni que demostrara el menor signo de considerar que allí estuviera sucediendo una injusticia de ninguna naturaleza. Era pues, una grosería temerosa, frágil como una bailarina con una pata de palo. De cualquier forma Ugarte no pareció escucharlo.
"Entonces Ayala, no te voy a poder mentir," continuó. "Voy a tener que ser honesto contigo: vas a sufrir mucho esta noche. Te voy a arrancar pedacitos del cuerpo y luego se los voy a mandar a tu padre. Porque algo me dice que tu padre no llegó a ser la mitad de simpático contigo de lo que lo fue el mío conmigo. Así que, tómatelo como un reproche necesario para él."
Entonces Ayala se arrojó a los pies de Ugarte, pero este le propinó una patada en la boca. La punta de acero le dio de lleno en los labios, rompiéndole los dientes incisivos. Ayala cayó al suelo de espaldas, tosiendo sangre. Los hombres de Ugarte le cogieron por los brazos y las piernas, y a penas tuvo fuerza para debatirse. Ugarte se acercó a él rápidamente y le propinó una segunda patada en medio del rostro. Ayala pudo sentir el hueso del tabique hundiéndose sobre la carne y la sangre que le teñía las mejillas y los labios. Ugarte siguió pateandolo, una patada tras otra contra la boca, rompiéndole más y más dientes, arañándole la lengua, las encías, pulverizándole los huesos. En un momento determinado, Ayala se atragantó con un pedazo de diente y empezó a toser con salvaje violencia. Su torturador se detuvo, y por un momento pensó que habría despertado su compasión, pero cuando logró contenerse, solo recibió una dura patada en la oreja, sintiendo un dolor que se extendió por todo su canal auditivo. Quiso liberarse de las manos que le aferraban, pero no pudo. De repente sintió que alguien le desabrochaba la camisa. Alguien le desabrochaba la camisa y pudo ver a Ugarte que sacaba una navaja de sus pantalones. El acero se acercó a su piel y cerró los ojos. Sintió el ardor de la navaja cortándole, pero pudo reprimir ese grito. Abrió los ojos y entonces vio a Ugarte que le sonreía y le enseñaba un trocito de músculo, aún forrado en su capita de piel, pequeño y rojo como una bolita de carne molida.
"Vamos a tomarnos el fin de semana contigo, Ayala," le dijo. "Vamos a ser minuciosos."

1 comentario:

Anónimo dijo...

what are we wirtting..?
I just didn't know
just us on kitchen floor
a justice done