domingo, 3 de agosto de 2008

Más grande que Dios

- Lo que tú quieres es un hombre malo- dijo Adriano. Alzó su vaso y le dio un buen trago. Estela guardó silencio -. No me lo vas a poder negar.
- No es tan simple como eso. No estoy buscando alguien que me maltrate.
Adriano rió.
- Eso es lo que dices, pero te engañas nena. Quieres pasión y quieres fuerza. Necesitas que te dominen para poder sentirte en control.
La mujer se estiró el vestido sobre las rodillas y tomó un cigarro de la larga caja sobre la mesa. Adriano se adelantó para encendérselo.
- Ahora, debes estar conciente de que eso no tiene ningún sentido- dijo Estela -. Te contradices a menudo, Adri. Por eso es que nunca logras escribir nada. Te contradices un montón. Tienes un gran nido de ratas ahí.
Ahora era ella quien sonreía.
- No, no, no lo estás entendiendo bien- respondió él -. Necesitas que te dominen para estar en control de tus sentimientos nena. Necesitas que te dominen para estar en control de tus sentimientos, de tu vida, de tus deseos. Estás buscando un capataz. Un gran capataz.
Estela se echó a reír tan fuerte que casi se atoró con el humo del cigarro. Adriano dejó su vaso sobre la mesa y se acercó a ella. Le puso una mano en el muslo. Ella lo abofeteó.
- No quiero. Sientate donde estabas- dijo.
El hombre se sentó donde estaba. Estela lo miró y casi sintió compasión.
- Hablaba en serio hace un rato.
- ¿Si soy tan bueno entonces por qué me dejas nena? No tiene ningún sentido.
- No soy para ti.
- No. Ninguna es para mí. Todas me dejan, preciosa. Estoy empezando a acostumbrarme.
- Sabes hacer que una mujer se sienta bien. Das confianza. Habrán otras que lo sepan valorar más. En serio. Pero nosotros ya no podemos seguir así.
Adriano rió. Estela se puso de pie, dejando el cigarro a medias en el cenicero.
- Tienes que aclarar tu mente. Ordena tus ideas, habla con Javier. Puedes sacar ese libro. Serás más grande que Dios.
Se dio la vuelta y se dispuso a irse. Adriano terminó su vodka. Se puso de pie.
- Lo que tú quieres es que te traten mal, nena. Yo puedo hacer eso.
Saltó sobre la mesa y corrió hacia ella. Le subió el vestido a la altura de la cintura. Estela trató de impedirselo. Quiso abofetearlo pero le cogió fuerte la muñeca y la estampó contra la pared. Ella gritó y él le mordió la boca. Adriano se desató la correa y se bajó los pantalones y la ropa interior. Entonces se sacó el miembro totalmente erguido y lo estampó contra los muslos de Estela.
- Suéltame...
- ¿Eso es lo que quieres nena? ¿De verdad?
- Vas a pagar por esto, hijo de puta...
- ¿Quieres que te suelte en serio? ¿Realmente quieres que te deje ir ahora que soy más grande que Dios?
- Mierda. Métemela ahora, antes de que me arrepienta.
Adriano le arrancó el calzón y se la metió con un solo movimiento. Estela gritó de dolor, pero él la ignoró. Comenzó a arremeter contra ella, furioso. El dolor pronto se convirtió en ardor pasional. La ayudó a volverse hacia él y la alzó en peso. Se besaron largamente, sus lenguas se envolvieron como si fueran tripas. Adriano no dejó de embestirla una y otra vez. Entonces ella se corrió. Y luego él.
Entonces se apagaron las luces. Y se acabó la función.

1 comentario:

Anónimo dijo...

echando los pulmones afuera y los gemidos y las contorsiones de la muchacha mientras la poseía





you got it baby.