martes, 20 de noviembre de 2007

Manuel Nobóa. Universidad Pública de Navarra, Pamplona, España.

A Nicolás Toro y Urtzi de la Rosa los unían muchas cosas, pero principalmente los unían el rock y la poesía. Claro, también tenían sus diferencias. Muchas veces cuando hablaban de música surgían discusiones fuertes. Nicolás hablaba siempre de la universalidad y la fuerza del rock and roll, y disfrutaba de variedades de este tan distintas como lo eran el metal y el britpop. Urtzi era algo más cerrado (se llamaba a sí mismo un purista, pero ahora, Nicolás hacía lo mismo). Para él el metal no estaba a la altura de otros géneros de rock y el britpop era una mariconada. A él le gustaba el stoner, y a Nicolás no le entusiasmaba demasiado. A ambos les gustaba el hard rock de los 70's, la invasión británica, la psicodelia y el grunge.

Una de sus discusiones preferidas era sobre si Black Sabbath era metal o no. Urtzi decía que Black Sabbath era hard rock y Nicolás que era heavy metal, tirando un poco para el doom (aunque decía que algunas canciones eran más fuertes o más suaves que otras). Otro de sus temas preferidos era Jim Morrison. Ambos adoraban a Jim Morrison, o quizás no tanto como que le adoraban, tenían otros ídolos claro está, como Robert Plant o Bob Dylan, Morrison era uno entre tantos grandes, pero era especial porque en él se encontraban el rock y la poesía. Jim Morrison era el primer poeta que Nicolás Toro y Urtzi de la Rosa empezaron a leer (aquí me tomo una licencia, no sé si llamarla poética, pero me tomo una licencia; no sé realmente cuál habrá sido el primer poeta que empezaron a leer, y probablemente no fue el mismo, pero supongo que entenderán de qué voy). O mejor dicho, el primer poeta que empezaron a escuchar. Ambos coincidían en que Jim Morrison era más un poeta que el vocalista de una banda de rock. Y hablaban de tonterías, de teorías estrambóticas que habrían leído en algún libro o en internet, sobre que Jim Morrison no había muerto en París, sino que había encontrado no sé qué pruebas sobre la obra perdida del poeta Rimbaud y la línea de sangre perdida del poeta Rimbaud en África, y que se había embarcado allí y no se había vuelto a saber nada de él, y no sé qué otras cosas más.

Pero volvamos a lo que iba en un principio. Por supuesto que tenían otras diferencias en lo que respecta a gustos. No sé. A Nicolás le gustaba la música clásica, por ejemplo. Urtzi decía que habían cosas buenas, y otras malísimas. Nicolás decía que esa era muy buena respuesta, pero igual solía decir que le gustaba la música clásica. A ambos les gustaba el jazz, y el blues, claro (Nicolás decía que era el género abuelo del rock and roll, y a veces llegaba a decir que le gustaba más que el mismo rock). A Nicolás le gustaban el tango y el flamenco. A Urtzi no. A Urtzi le gustaba el hardcore y Nicolás decía que a él no le podía gustar, porque no entendía una mierda. Urtzi sabía más sobre rock contemporáneo (y me refiero a buen rock contemporáneo) y culturizaba un poco en el tema a Nicolás. Ambos detestaban la música pop (donde incluían música que yo mismo encuentro detestable, como el emo y el reggaeton) y la música electrónica, y les desagradaba sobremanera el hip-hop y su cultura. Ah, otra diferencia que tenían én estos temas es que Nicolás llenaba su reproductor de música de rock clásico, y Urtzi lo llenaba de contemporáneo. Urtzi decía que el rock clásico era para escucharlo en casa, en discos de vinilo, cosa que a Nicolás le parecía una gilipollez, y a mí la verdad también, un poco.

Y bueno, en poesía (yo la verdad es que no sé mucho de literatura). Bully (como a veces le decíamos a Nicolás) leía un poco más a los poetas franceses, y Urtzi iba más por los estadounidenses, sobre todo los de la generación beat, Ginsberg, Corso y esos. Claro, todo lo que leía uno luego lo leía el otro y así, pero yo comento sobre lo que creo que eran sus preferencias. Y bueno, ambos estaban encantados con la poesía de vanguardia latinoamericana (Nicolás más que nada con lo que él llamaba la "buena poesía latinoamericana", que básicamente, era la de su país). Y en narrativa, ambos leían a los mismos escritores, Bukowski, Roberto Bolaño, Hemingway, Albert Camus. Tipos así. Ah, y Urtzi también leía un poco de ensayo, sobre todo político. Nicolás odiaba leer ensayos, aunque también tenía tendencias políticas fuertes. Urtzi era de izquierda, y muy nacionalista (nacionalista vasco, no español. Tenía una visión política que podía traerle problemas, y había más de uno que decía que hacía apología del terrorismo). Nicolás se consideraba a sí mismo anarquista utópico o algo por ahí. Ambos creían en la liberación de Euskadi y estaban muy orgullosos de la cultura vasca y su lengua, que Urtzi le había ido enseñando a Bully (claro, Nicolás era peruano, pero se suponía que su familia había llegado a Perú procedente del País Vasco y tal).

Joder, no sé. Bueno, no sé quién era mayor. Yo asumo que Bully era mayor, pero por lo que sé, ambos bien podrían haber tenido la misma edad. En todo caso, Nicolás era algo más alto. Nicolás era algo más alto y tenía el cabello largo y muy rizado y oscuro. Llevaba barba y nunca le vi usar otra cosa que no fueran botas (militares o setenteras) y vaqueros, y llevaba los dedos llenos de sortijas y anillos que le daban una apariencia más bien estrambótica (aunque seguro él pretendía que fuera más bien esotérica). A Urtzi se le veía algo más convencional, llevaba el cabello corto, aunque se dejaba las patillas bastante largas y una pequeña perilla, y usaba zapatillas. La verdad es que yo me descojonaba de risa con ambos, pero Nicolás era algo más sociable en su trato, al menos con los desconocidos. Digamos que era más diplomático. Urtzi en cambio no tenía problemas en ser abiertamente hosco. Eso sí, los dos eran de temperamento fuerte, por más que Bully fuera algo más paciente, y al menos en una ocasión vi a alguno irse a las manos con algún capullo en un pub.

Los tres pasábamos mucho tiempo juntos, para qué, pero no puedo decir que yo terminara sintiéndome parte de su grupo. No sé. Pese a todo lo que he dicho, a sus personalidades tan marcadas, a sus extravagancias o sus convencionalidades, había algo en ellos que no terminaba de descifrar. Era como si se guardaran algo solo para ellos, pero en el fondo sabía que no me ocultaban nada. Éramos amigos. Quizás tenía que ver con la droga. Alguna vez ambos hicieron de traficantes (no de narcos grandes ni nada de eso, vamos, pero de pequeños traficantes, vendiéndoles a amigos universitarios y eso). O quizás la cosa tiraba un poco más para los gustos musicales, para el rock and roll, para la literatura, para Jim Morrison perdido en el África buscando el último rastro de Arthur Rimbaud. Joder, quién sabe. Yo solo sé que pronto se acabó el verano y yo volví aquí para continuar con las clases, y ellos se quedaron allí en Gasteiz. Y punto.

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