domingo, 14 de octubre de 2007

Sin trago

Pantro se preguntaba cómo llegó a esa situación. 4 de la mañana, sin alcohol, con un narrador en su mente contando los acontecimientos de las últimas horas de forma cansina, repetitiva.
La reu de repente había muerto al acabarse el ron.
- Panty, no hay ron- le había dicho su enamorada, su flaqui.
- Mierda- recordaba haber dicho -. ¿Cómo que no? Había un webo.
- Se acabó webón- dijo Gianfranco -. Aquí la gente chupa como si fueran estrellas de rock.
- Puta, qué cagada.
Y así la reu fue muriendo lentamente. Y todos iban muriendo con ella. Flaqui lo miró con cara de Hush Puppy.
- Panty...
Pantro no quería ser el que fuera a comprar trago. Pero de alguna forma, terminó siendo él. Se les había hecho costumbre. Cuando faltaba algo en la reu, era el dueño de casa al que mandaban a comprar. Si el dueño de casa no captaba las indirectas, la enamorada le oprimiría el corazón con gestos empalagosos. Y él era un tipo empalagoso.
Una de las cosas más raras fue que nadie quiso acompañarlo. No había trago, la gente se cagaba, pero nadie quería ir a comprarlo. Preferían que él fuera solo. Preferían dejar su destino en sus manos.
Pero a las 2 de la mañana, ¿donde compra uno alcohol? Había que odiar a los putos alcaldes. ¿Qué clase de ser humano prohibía la venta de licor después de las 11? Seguro querían quedarse con todo.
Pantro caminó por las calles, y sin saber a donde más ir, se dirigió a un grifo. "Razonaré con la cajera," pensó, o algo así. Arrastrando los pies, con las manos en los bolsillos, caminó durante algunos minutos hacia la luz. Y llegó al grifo. Entró al Repsol-Mart.
- Hola- dijo - ¡Señorita, es una emergencia!
- Joven, no vendo trago después de las 11.
La cajera lo miró casi con compasión, pero sus palabras habían sido mecánicas.
- Por favor señorita, no sea así. Usted también fue joven.
- Tengo 23 años.
- Ah.
La cajera se rascó la teta izquierda.
- No puedo venderle, lo siento- dijo.
- Por favor...
- No...
- Ya pues...
- No.
Pantro puso cara de Hush Puppy. Luego puso cara normal. Comprendió que solo lograba verse algo estreñido.
- Señorita, nadie se va a enterar.
Fue entonces cuando la cajera le miró con ojos raros. Él odiaba esos ojos raros.
- Seguro hay algo que podemos hacer. Acercate.
Pantro lo pensó por un segundo, pero se acercó enseguida. Tenía una misión. La cajera le susurró algo al oído. Él trago saliva.
- Mañana vengo. Se lo juro.
- Hmmm- la muchacha se rascó la barbilla -. Ok. Saca tu trago. Dame la plata. Bien. Mañana, ¿eh? Te espero. ¿Cómo te llamas?"
- Pantro.
La cajera le guiñó el ojo.
- Te espero, Pantro.
Pantro salió del Repsol Mart con sus botellas de ron. Salió eufórico, sonriente y dando brincos, sin pensar en cómo volvería a comprar en ese grifo. Él era el webón, en esos momentos nadie la tenía más grande que él.
En ese estado de ánimo se dirigía a su casa, triunfal. Fue entonces cuando apareció la pick-up negra. La camioneta frenó en seco delante de él, salieron tres tipos, tres cochinos emos.
- Súbete- le dijeron. Pantro no era cojudo. Hubiera corrido, pero sabía que esos tipos no hubieran dudado en atropellarlo. Lo más inteligente era hacer caso, tranquilito nomás.
- Conchasumadre...
- Sin lisuras, hijodeputa.
Sin lisuras, se subió a la pick-up. Los emos se subieron con él y adentro lo golpearon. Los recuerdos que siguieron se hacen algo difusos, pero Pantro sabía bien que lo estaban alejando de su casa. Había perdido la concepción del tiempo y el espacio.
- Despierta.
Despertó. Los emos le miraban fijamente. Los tres que lo habían hecho subir y el que seguro manejaba.
- El trago o tu culo- le dijeron.
- Ya pues webón...
- El trago o tu culo.
- No pues webón mi ron... fue trancasa conseguirlo...
- Bájate el lompa.
Pantro tragó saliva. La cosa era en serio. Les dio el trago.
- Ahora bájate.
Se bajó de la camioneta, adolorido, con el orgullo herido, sin trago.
Los emos encendieron el motor y se largaron de ahí, dejándolo solo en quien sabía donde.
- Puta madre- dijo. Se metió las manos en los bolsillos, bajó la cabeza y empezó a caminar. De alguna forma, había sabido regresar a su casa desde quien sabía donde. Le abrió Flaqui. Se miraron. Ella sabía que él no tenía trago. Entró a la sala. Le gritaron, lo putearon, él no dijo nada. Luego ellos tampoco dijeron nada. Todos sabían que no tenía trago.
Y bueno, eso devolvía a Pantro al principio de la narración de los hechos. A las 4 de la mañana, sin alcohol, y preguntándose como había llegado a esa situación. Miró la superficie de la coca-cola en su vaso. "Mierda," pensó. Ahora entendía: debía haber entregado su culo.

1 comentario:

Paulina dijo...

jajaja, esta buena... cada vez somos más xD.
Saludos.

ps: tienes un trauma con los emos, lo sé