viernes, 12 de octubre de 2007

gnomo

El gnomo trabaja en su taller cada día de la semana y aún más que eso. Está rodeado de instrumentos y herramientas que le ayudan con el progreso de sus obras: martillos, cinceles, serruchos, alicates y aún elementos tan poco convencionales en un taller de aquella naturaleza como podría serlo un stiletto. A su alrededor también hay frascos con diversas fórmulas y mezclas, pegamentos, aceites, combustibles, químicos y la sangre de monos espaciales, recogida en las selvas inquietantes de la Guyana Francesa. El gnomo da forma a sus artefactos con natural cuidado, con la líbido de aquellos que se satisfacen a sí mismos cruzando tablas de madera y completando tareas que en un inicio, quizás, no debieron haber sido completadas. Y así se pasan las noches, la consecuencia de cada jornada de trabajo, en lo que podría ser considerado el harakiri de la creatividad, el éxtasis de la revolución industrial del año 3472, el gorgojo pardo manchando la última voluntad de Papá Pitufo. El gnomo alza la cabeza entonces, detiene el martilleo, y dice, un preciso instante antes de escupir al advenedizo poeta: "Yo no soy un pitufo, homúnculo repugnante."

2 comentarios:

Alicia Abatilli dijo...

Me gustó tu relato y tu blog en general.
Alicia

Lion Chinaski dijo...

gracias nena (aunque es un poema).