domingo, 21 de octubre de 2007

Camila Rodríguez. Irish Pub de Murphy, Lima, Perú.

La primera vez que vi a Nicolás Toro fue en el taller de poesía de la Universidad Católica, hará un par de años. Por entonces él tendría unos 19, 20 años. Yo tenía 18.

Habían chicos más guapos, pero desde el primer día él me pareció el más interesante. No me pregunten por qué. No habló mucho en esa clase, dijeron su nombre completo (Alonso Nicolás Toro de Agraz, un nombre de lo más pintoresco) y él dijo que no se llamaba Alonso, que seguro era un error de impresión. La siguiente clase me diría que sí se llamaba Alonso, pero que toda la vida le habían dicho Nicolás y no estaba acostumbrado a usar su primer nombre.

Pero bueno, en ese mismo primer día cada uno de los asistentes dijo un poco de sí mismo. Él dijo que siempre había escrito relatos y cuentos cortos, pero que había empezado a hacer poesía hacía relativamente poco, y que su principal influencia era Bukowski. Yo la verdad es que no había leído nada de Bukowski. En fin. Solía abordarlo antes o quizás después de clases, y muchas veces él estaría algo cansado. Siempre hablaba de leer mis poemas, pero estos no eran demasiado buenos. Los suyos eran bastante mejores, la verdad. Sí, un día los leyó en el taller y en ese momento pensé que ninguno de nosotros escribía tan bien como él, o al menos que ninguno de nosotros decía las mismas cosas que él decía en sus poemas. Al maestro Luis Chueca, el jefe del taller, creo que no le parecían la gran cosa y con el tiempo me di cuenta de que sí, quizás no lo eran, pero él los hacía sonar bien.

No me enteré del grupo que había fundado Nicolás hasta bastante tiempo después. A la tercera o cuarta semana del taller. Había un chico que se llamaba Álvaro o Andrés que era amigo de Nicolás de cuando habían estado en el colegio (sus amigos del colegio le solían llamar Bully o Bully Chinaski, por su apellido). Un día después de que Nicolás leyera uno de sus poemas, Álvaro me contó que este había estado viajando varios meses por el extranjero. No sé a qué venía, supongo que se habría dado cuenta de que me llamaba la atención, aunque en ningún momento fui muy obvia, creo. En fin, dijo que Nicolás Toro se había pasado casi seis meses ahorrando para comprar un pasaje para ir a Estados Unidos y ver a su amor perdido o algo así. Nadie sabía que había pasado en ese viaje, pero Nicolás nunca vio a la chica. Dicen que se paseó por media costa este, por México, ¿y por Islandia? Ya no sé. También me dijo que se había tatuado el nombre de la chica, en carácteres vikingos. Luego se echó a reir, como si me estuviera tomando el pelo, y Nicolás que ya se había sentado sonreía y se encogía de hombros, pero luego le pedí que me mostrara su hombro y sí, tenía un tatuaje escrito en letras bastante raras, así que no supe qué pensar. Le pregunté por la chica y dijo que no quería hablar de eso. Luego Álvaro dijo que a su regreso Nicolás fundó el visceralismo incendiario, pero Nicolás lo corrigió, dijo que él había fundado el visceralismo incendiario antes de viajar, por internet, con un amigo español (él dijo vasco). Yo pregunté qué era el visceralismo incendiario y ellos me miraron como si fuera un bicho raro.
"Es un movimiento poético," respondió Nicolás, como quitándole importancia. Pero yo sé que en el fondo él quería hablar de eso, porque luego me lo explicó bien. La verdad es que viendolo ahora, no tenía nada de original, pero yo era un poco inmadura, me dejaba sorprender fácilmente (por ejemplo, cuando me dijo que él no era ni de derecha ni de izquierda, sino anarquista, también me sorprendió) y no sabía demasiado de movimientos poéticos pasados, así que oir hablar de un grupo de poetas jóvenes que querían vomitar sobre la alfombra persa de la literatura me pareció algo idílico y casi admirable. Nicolás me preguntó si quería unirme. Yo pregunté quiénes eran miembros. Él me dijo que del taller, solamente Fiorella, Piero (otro de su colegio) y Diana (ese día recuerdo que Diana no estaba, Fiorella estaba sentada con nosotros y Piero estaba por ahí sentado, conversando con otro chico que no recuerdo bien). De ellos tres la que mejor me caía era Fiorella, pero Diana era la que mejor escribía. Bueno, me estoy yendo por las ramas. En fin, sin haberles mostrado siquiera mis poemas, yo ya era parte de los visceralistas incendiarios. A veces pienso que no le importaba en absoluto la calidad, sino la cantidad de poetas en sus filas.

Y bueno, no nos reunimos muchas veces, si he de ser sincera. Un par de veces, quizás un poco más, no recuerdo. Fuimos a chupar, a beber alcohol digo, a algún café, nos reunimos en casa de Fiorella que vivía sola, e hicimos un almuerzo en casa de Piero, que quedaba en Villa, BASTANTE lejos del resto de nosotros, pero era una casa con un jardín inmenso y donde pudimos beber y comer, escuchar rock clásico y hablar de poesía hasta cansarnos. Sí, habían más visceralistas incendiarios, te puedo dar nombres: Horacio Guerra, Helena de la Torre, Romina Duarte, Miquel González, Fernando Cottle, Francisco León (le decíamos Pancho, así que imagino que se llamaba Francisco), Luz Esperanza Iñárritu, María Graña, Laura Falcón, Manuel Carranza, Alejandro Benavides y bueno, Nicolás Toro claro, los tres que ya mencioné, que son Fiorella Rodríguez, Piero Rota y Diana McArthur, y yo. Muchos eran gente del taller que se unió después.

Bueno, luego de eso la cosa no duró mucho. Fue un año o algo así. Nicolás era amigo de un tal Carlos Contreras. Este ya había terminado la carrera de derecho en otra universidad de Lima, pero pertenecía a una agrupación poética similar al visceralismo incendiario (aunque de poetas más viejos) llamada Ataque. Contreras ayudó mucho con lo que era recitales y artículos en revistas de literatura underground en las que finalmente todos nosotros (o la mayoría de nosotros) publicamos, hasta los que peor escribíamos (me incluyo). Entonces, en un momento dado, Nicolás dijo que se iba de viaje. Supongo que peleó con sus padres o algo así; sus notas no eran muy buenas. Siguió yendo a la universidad, pero creo que ya no estudiaba realmente. Al final, un día nos reunimos en uno de esos bares a los que solíamos ir, estabamos Horacio Guerra, Helena de la Torre, Diana, Fiorella, María Graña y Nicolás, que las últimas semanas había estado más bien ausente. Nos dijo que se iba a España. Que había estado trabajando, averiguando no sé qué cosas, y hablando con su amigo vasco, el que según Nicolás, era el cofundador del visceralismo incendiario. Un tal Urtzi de la Rosa. Dijo que se encontraría con Urtzi en España, en Vitoria creo. María le dijo que estaba loco. Él, definitivamente, no tenía dinero. Le dijo que eso estaba arreglado. Ahorraría unos meses más, y luego se iría en barco. Primero, quizás, pasaría por África. María se rió, y creo que Diana y quizás yo también nos reimos. Los demás... creo que sabían que hablaba en serio. Hicimos una última reunión en casa de Piero la semana siguiente, como despedida. La cosa se puso fea en un momento, porque María (que creo que también sentía algo por Nicolás) le dijo que estaba loco, que estaba cagando su futuro y que se estaba portando como un idiota. Yo en el momento sentí que no había conocido nunca a nadie como Nicolás Toro. María se fue por ahí con Piero, que trató de animarla, y los demás seguimos bebiendo. En un momento dado, Nicolás desapareció.

Antes que viajara lo llamé por teléfono. Le dije que sin él el visceralismo incendiario estaba muerto. Entonces se rió. Se rió y me dijo, "Cami, si no me voy el visceralismo incendiario estará muerto."

2 comentarios:

Iggi Kruntx! dijo...

Mierda, Ryu. El puto virus da por culo; no puedo usar el msn. Así que me comunicaré contigo dejándote mensajes aquí.

Espero que te vaya bien, aunque espero más que publiques un nuevo relato de las andanzas de Nicolás Toro. Por cierto, me encanta el manifiesto, que no te lo había dicho.

Te dejo un poema de un poeta de aquí que yo mismo he traducido:

"Cardiograma

-Descríbeme su corazón.
-Parece un lago helado,
y las caras de niños ahogados
se desvanecen en él.

Kirmen Uribe"

Espero que te guste.
Un saludo.

Lion Chinaski dijo...

eh Cabra! Me ha gustado mucho el poema. Eso sí, me gustaría poder entenderlo en el idioma original (espero que sigamos con mis clases de euskera uno de estos días, eh?); cuelgalo aquí de todas formas cuando puedas.

En cuanto a los relatos de Nicolás Toro, no se puede seguir bien con ellos sin tener más cosas claras sobre Urtzi de la Rosa, y para eso voy a necesitar de la colaboración de Igarki de Robles.

Un abrazo y a ver si haces algo pronto con el virus ese.