Entre las tribus tracias e ilirias, durante el mes de febrero (que se da durante el invierno en esa región de la Europa), los jóvenes deben buscar y atrapar un caballo en las llanuras orientales. Este caballo, obviamente salvaje, debe reunir una serie de características: debe ser joven, de no más de dos años, tener un pelaje negro como el basalto y crines espesas que le protejan del frío. Debe ser, también, más rápido que todos los caballos en los establos del padre del joven domador. Los sacerdotes del templo de Heros Karabazmos, jinete celestial y dios de los muertos, examinan al animal y le someten a diversas pruebas para determinar si cumple con todos los requisitos. Si alguno de estos no se cumple en el caballo presentado, el domador deberá esperar al año siguiente para realizar la prueba nuevamente. En caso contrario, si los requisitos son cumplidos, deberá, en una ceremonia en el templo ante todos los hombres de la tribu, dar muerte a la bestia. Las entrañas son puestas al fuego y consumidas por los presentes, y los huesos son ofrendados al dios. Solo entonces el joven pasará a formar parte de la tribu y será considerado un hombre. A su muerte, según las creencias religiosas de la zona, el hombre tracio cabalgará en el cielo nocturno sobre el espíritu del animal sacrificado y formará parte de la horda de Heros Karabazmos.
(Taller de narrativa de la PUCP, 2009.)
viernes, 28 de agosto de 2009
jueves, 30 de julio de 2009
La Casa de Átropos
En la mitología griega, Átropos era la mayor de las tres Moiras. Su nombre en griego quiere decir "inevitable"; los romanos la llamaban Morta, que en nuestro idioma se traduce como "muerte". Es cierto que la muerte es inevitable. Al final de la vida, Átropos cortaba el hilo que sus hermanas menores habían tejido y medido previamente, sellando el destino del mortal que representaba. Si bien algunos lo ponen en duda, se dice que era tal el poder de su voluntad, que el mismo Zeus estaba atado a sus decisiones.
No todos los seres, sin embargo, temían el desenlace impuesto por la más terrible de las Moiras. Entre los hombres mortales, habían algunos que Átropos consideraba especiales, por motivos que solo ella en su calidad de Ejecutora del Destino podía comprender. Apartando el hilo del resto, guardándolo en la oscuridad de una vieja caja, aquél mortal era irremediablemente sacado del tapiz del destino.
Entre los antiguos seres humanos se decía de estos hombres arrancados del tiempo, criaturas frías e imperecederas, que pertenecían a la Casa de Átropos. Temidos y respetados por ser los protegidos de la Inevitable, los miembros de la Casa de Átropos nunca eran contrariados ni la menor afrenta era perpetuada contra ellos. Para ellos, la ley y todo su peso eran intangibles.
En las tinieblas de la caja en que los hilos eran guardados, estos iban perdiendo su color, se iban adaptando a la oscuridad, y lo mismo sucedía con sus cuerpos de carne y hueso. La muerte física les sucedía en el momento en que eran apartados del Tapiz, si bien la caja de Átropos conservaba las almas en sus cuerpos. La luz se convertía en algo inconveniente, y con el tiempo, en algo mortal. Sus apetitos pasaban a ser nuevas necesidades propias de los inmortales - solo el sacrificio de la sangre viva podía calmar su sed.
Como se dijo algo más arriba, el peso de la ley mortal no se aplicaba a la Casa. Tampoco el peso de las leyes del mundo natural. Al estar excluidos del Destino, los protegidos de la Moira podían desafiar las leyes bajo las que los otros hombres se regían. Las leyes de la física, de la gravedad, se hacían flexibles a sus deseos, y con el paso del tiempo y la fuerza que dan los siglos, podían llegar a perder toda la influencia que alguna vez pudieran tener sobre sus cuerpos.
Nota: este texto será reescrito eventualmente, con más tiempo.
(15 de abril del 2007)
No todos los seres, sin embargo, temían el desenlace impuesto por la más terrible de las Moiras. Entre los hombres mortales, habían algunos que Átropos consideraba especiales, por motivos que solo ella en su calidad de Ejecutora del Destino podía comprender. Apartando el hilo del resto, guardándolo en la oscuridad de una vieja caja, aquél mortal era irremediablemente sacado del tapiz del destino.
Entre los antiguos seres humanos se decía de estos hombres arrancados del tiempo, criaturas frías e imperecederas, que pertenecían a la Casa de Átropos. Temidos y respetados por ser los protegidos de la Inevitable, los miembros de la Casa de Átropos nunca eran contrariados ni la menor afrenta era perpetuada contra ellos. Para ellos, la ley y todo su peso eran intangibles.
En las tinieblas de la caja en que los hilos eran guardados, estos iban perdiendo su color, se iban adaptando a la oscuridad, y lo mismo sucedía con sus cuerpos de carne y hueso. La muerte física les sucedía en el momento en que eran apartados del Tapiz, si bien la caja de Átropos conservaba las almas en sus cuerpos. La luz se convertía en algo inconveniente, y con el tiempo, en algo mortal. Sus apetitos pasaban a ser nuevas necesidades propias de los inmortales - solo el sacrificio de la sangre viva podía calmar su sed.
Como se dijo algo más arriba, el peso de la ley mortal no se aplicaba a la Casa. Tampoco el peso de las leyes del mundo natural. Al estar excluidos del Destino, los protegidos de la Moira podían desafiar las leyes bajo las que los otros hombres se regían. Las leyes de la física, de la gravedad, se hacían flexibles a sus deseos, y con el paso del tiempo y la fuerza que dan los siglos, podían llegar a perder toda la influencia que alguna vez pudieran tener sobre sus cuerpos.
Nota: este texto será reescrito eventualmente, con más tiempo.
(15 de abril del 2007)
miércoles, 8 de julio de 2009
Clasificado 3: Las Pandillas de Nueva York
En las últimas dos décadas, las cifras del crimen en la ciudad de Nueva York han mostrado un descenso de amplias proporciones que ha contribuido a alimentar la tranquilidad de los vecinos de zonas urbanas como Brooklyn o Queens. El Bronx y el Harlem Español, y aún la propia Cocina del Diablo también se han visto favorecidas por este incremento de la seguridad ciudadana, y son muchos los turistas que han empezado a sentirse lo suficientemente seguros como para visitar estos lugares por su importancia en la historia de la capital del mundo sin detenerse a pensar en su vasto historial de violencia.
Sin embargo, en el último año, los analistas se han percatado de una ligera alza en los números. Una mínima hinchazón de la curva en lo que respecta a crimenes relacionados con pandillas. La importancia que podría dársele a este suceso es mínima, según el fiscal de distrito, Michael Cuomo, quien aludió que este reciente rebrote del pandillaje es un "síntoma normal" derivado de la crisis económica y en mayor o menor medida de las mayores trabas que el gobierno republicano fue poniendo al desempeño regular de los trabajadores ilegales.
En palabras del propio fiscal: "Dada la situación del mundo actual, es normal que se presente un pequeño rebrote. Aún así, las cifras siguen manteniéndose en niveles incomparablemente bajos si se toma como referencia, por ejemplo, a la década de los 80 o a los primeros años de los 90. Nunca antes pudo darse un paseo por los alrededores de Madison Square Garden a medianoche y apreciar la belleza de nuestra ciudad sin exponerse a quién sabe qué."
Sabemos, pese a estas afirmaciones, que las pandillas perpetradoras de estos nuevos crímenes guardan poca relación con los grupos criminales tradicionales de la región. Checho Ayala, miembro de la Almighty King and Queen Nation, la pandilla latina más importante en la ciudad, se refirió a los miembros de estas como 'los Araña'. Pálidos, ensangrentados, salvajes.
"No lo hacen por la droga o el dinero. Se matan entre ellos porque les gusta, porque les excita y les causa gracia," nos dijo Ayala. Marcus Gibson, de los capítulos neoyorquinos de los Bloods, nos dice que se refieren a estas nuevas facciones como 'los Griegos', aunque no supo decirnos realmente por qué: "Esas no son pandillas. Son células, sectas. Esos hijoputas están locos."
Se habla de un cambio en el territorio, una reestructuración del sistema que ha regido desde hace cuatro décadas entre las pandillas norteamericanas.
"Definitivamente no se trata de una sola pandilla, ni de dos. Son muchas más, agrupaciones más bien pequeñas, esciciones de familias como la nuestra," dice Gibson. "Por una u otra razón lograron salirse y se protegieron entre desertores. No hay una verdadera alianza entre ellas, ahí no hay ninguna clase de acuerdo. Simplemente son otra clase de agrupación, totalmente a parte de nosotros y nuestras reglas."
En el bajo mundo se ha hablado de todo, desde rituales neopaganos, New Age y S&M, hasta del empleo de perros y otros animales durante sus enfrentamientos, zoofilia y abuso de alguna clase de droga experimental. Es realmente poco lo que ha podido llegar hasta nosotros sobre estos 'Araña', y menos aún lo que hayamos podido relacionar con esta clase de rumores, pero hechos como el que algunas pandillas, como es el caso de los Crips de Hempstead, han sido expulsadas (y por qué no decirlo, limpiadas) de sus territorios tradicionales de manera sistemática y brutal, y su relación con estas nuevas pandillas, no llegan a pasar desapercibidos. Los índices de crímenes derivados de estos sucesos siguen aumentando con el paso de los meses, de manera lenta pero segura, adquiriendo cada vez mayor notoriedad. El Ayuntamiento sigue restándole importancia, pese a que las comisarías están cada vez más llenas de jóvenes descarriados dispuestos a hablar al respecto. Y es que, según como lo estamos viendo, la edad dorada de la seguridad ciudadana en Nueva York va llegando a su fin.
Sin embargo, en el último año, los analistas se han percatado de una ligera alza en los números. Una mínima hinchazón de la curva en lo que respecta a crimenes relacionados con pandillas. La importancia que podría dársele a este suceso es mínima, según el fiscal de distrito, Michael Cuomo, quien aludió que este reciente rebrote del pandillaje es un "síntoma normal" derivado de la crisis económica y en mayor o menor medida de las mayores trabas que el gobierno republicano fue poniendo al desempeño regular de los trabajadores ilegales.
En palabras del propio fiscal: "Dada la situación del mundo actual, es normal que se presente un pequeño rebrote. Aún así, las cifras siguen manteniéndose en niveles incomparablemente bajos si se toma como referencia, por ejemplo, a la década de los 80 o a los primeros años de los 90. Nunca antes pudo darse un paseo por los alrededores de Madison Square Garden a medianoche y apreciar la belleza de nuestra ciudad sin exponerse a quién sabe qué."
Sabemos, pese a estas afirmaciones, que las pandillas perpetradoras de estos nuevos crímenes guardan poca relación con los grupos criminales tradicionales de la región. Checho Ayala, miembro de la Almighty King and Queen Nation, la pandilla latina más importante en la ciudad, se refirió a los miembros de estas como 'los Araña'. Pálidos, ensangrentados, salvajes.
"No lo hacen por la droga o el dinero. Se matan entre ellos porque les gusta, porque les excita y les causa gracia," nos dijo Ayala. Marcus Gibson, de los capítulos neoyorquinos de los Bloods, nos dice que se refieren a estas nuevas facciones como 'los Griegos', aunque no supo decirnos realmente por qué: "Esas no son pandillas. Son células, sectas. Esos hijoputas están locos."
Se habla de un cambio en el territorio, una reestructuración del sistema que ha regido desde hace cuatro décadas entre las pandillas norteamericanas.
"Definitivamente no se trata de una sola pandilla, ni de dos. Son muchas más, agrupaciones más bien pequeñas, esciciones de familias como la nuestra," dice Gibson. "Por una u otra razón lograron salirse y se protegieron entre desertores. No hay una verdadera alianza entre ellas, ahí no hay ninguna clase de acuerdo. Simplemente son otra clase de agrupación, totalmente a parte de nosotros y nuestras reglas."
En el bajo mundo se ha hablado de todo, desde rituales neopaganos, New Age y S&M, hasta del empleo de perros y otros animales durante sus enfrentamientos, zoofilia y abuso de alguna clase de droga experimental. Es realmente poco lo que ha podido llegar hasta nosotros sobre estos 'Araña', y menos aún lo que hayamos podido relacionar con esta clase de rumores, pero hechos como el que algunas pandillas, como es el caso de los Crips de Hempstead, han sido expulsadas (y por qué no decirlo, limpiadas) de sus territorios tradicionales de manera sistemática y brutal, y su relación con estas nuevas pandillas, no llegan a pasar desapercibidos. Los índices de crímenes derivados de estos sucesos siguen aumentando con el paso de los meses, de manera lenta pero segura, adquiriendo cada vez mayor notoriedad. El Ayuntamiento sigue restándole importancia, pese a que las comisarías están cada vez más llenas de jóvenes descarriados dispuestos a hablar al respecto. Y es que, según como lo estamos viendo, la edad dorada de la seguridad ciudadana en Nueva York va llegando a su fin.
miércoles, 24 de junio de 2009
El Rito Odínico
(IV)
Eran todos personas de hábitos. Eso es lo que había reunido a Gunnar con ellos. Era extraño que después de tantos años frecuentándose, la sociedad se siguiera rehusando a dar a Golmen los mismos apelativos que a sus compañeros. Pero era la realidad de las cosas, Gunnar Golmen no era un truhán.
Del grupo de la tertulia de los jueves, Adam Polk era el que más roces tenía con el resto. Se entendía bien con Gunnar, pues ambos compartían la afinidad por el arte y la naturaleza. Polk era un pintor con talento, pero sus obras sufrían las secuelas de un carácter voluble.
- Hice un cuadro nuevo- diría más tarde esa misma noche, buscando dejar atrás el tema de la nueva situación política en el reino -. Lo llamé "Un enorme lago congelado entre la realidad y el deseo". No me gustó mucho.
- Seguramente lo destruiste, ¿cierto?- le preguntó Golmen dando el último sorbo a su café.
- Sí- contestó Polk. Había hecho que su sirvienta se lo comiera.
- ¿Qué trataste inútilmente de representar esta vez, Adam?- preguntó Woods.
- Pasiones ardientes, fríos anhelos, vicios oscuros. Era una bella amalgama de colores violentos y formas imposibles. Pero no decía nada.
- Otro fracaso entonces.
Polk rió.
- Sí- dijo. Tomó entre sus dedos un cubo de azúcar y lo aplastó disimuladamente. Le hubiera gustado que fuera la cabeza rechoncha de Jeremiah Woods.
Del grupo de la tertulia de los jueves, Adam Polk era el que más roces tenía con el resto. Se entendía bien con Gunnar, pues ambos compartían la afinidad por el arte y la naturaleza. Polk era un pintor con talento, pero sus obras sufrían las secuelas de un carácter voluble.
- Hice un cuadro nuevo- diría más tarde esa misma noche, buscando dejar atrás el tema de la nueva situación política en el reino -. Lo llamé "Un enorme lago congelado entre la realidad y el deseo". No me gustó mucho.
- Seguramente lo destruiste, ¿cierto?- le preguntó Golmen dando el último sorbo a su café.
- Sí- contestó Polk. Había hecho que su sirvienta se lo comiera.
- ¿Qué trataste inútilmente de representar esta vez, Adam?- preguntó Woods.
- Pasiones ardientes, fríos anhelos, vicios oscuros. Era una bella amalgama de colores violentos y formas imposibles. Pero no decía nada.
- Otro fracaso entonces.
Polk rió.
- Sí- dijo. Tomó entre sus dedos un cubo de azúcar y lo aplastó disimuladamente. Le hubiera gustado que fuera la cabeza rechoncha de Jeremiah Woods.
(10 de mayo del 2007)
viernes, 19 de junio de 2009
Lamento del amante del oráculo
Este es para el oráculo, que es una felina morocha.
¿Qué sentido tiene
sentarse al borde del acantilado
a observar al peregrino que escala estas rocas
si ya conoces su nombre, de donde y a qué viene?
"Este año
la cosecha estará marcada por la plaga
y muchos no verán terminar
este invierno
Pero el año siguiente
y es esta la palabra de Apolo
todo lo que siembres será grato
al alba brillará el trigo como el vello de una virgen
y el fruto de la vid embriagará a los hombres en tus salones"
Se retirará entonces el peregrino con una ancha y anticipada sonrisa
ignorando lo más horrible de la profecía
en favor de lo que resulta más hermoso
y sería para ti propicio, oh sabedora
recibir también al próximo viajante
si no fuera inminente la tormenta
y no supieras de antemano que ese nunca volverá al hogar
"Vuelve durante la próxima estación
zarpa de vuelta a la patria, oh viajero
Ha nacido tu primer hijo
Contempla esta noche el crepúsculo
y mientras reman tus hombres en tu nave
sueña con el hogar
con el abrazo cálido
de tu mujer y tu pequeño heredero."
Mi dulce Sofía
¡qué insensible te ha vuelto el conocer los designios de los dioses
qué inflexible y qué cruel aspecto te da el peso de la égida sobre tus
-----/ suaves hombros!
¡Yo que te vi correr por las arenas de esta playa
salando tu piel y tus cabellos con la brisa
y mojando los dedos de tus pies
que canté rapsodias a la musa de tu nombre y te vi reir en un mundo
-----/ de sorpresas
Parte ahora por tu engaño un hombre que desconoce el significado de
-----/ lo inminente!
Y tú sonríes como siempre ante mis palabras de reclamo y llevas tu
-----/ mano a mi rostro
y siento que tu piel
aún es cálida.
Más tarde en el calor del lecho que nos han reservado los éforos
detrás de un velo y sobre una fuente de agua
te miro y te ruego
¡déjame ver! quiero conocer el ser de lo inminente y todo aquello
-----/ que tú ya has visto
quiero saber lo que deparan los dioses
pero te niegas
mueves despacio la cabeza
fría, serena,
indiferente
entonces lloro y grito y muerdo los bordes de la cama
tú dejas que me calme, como un niño
me rodeas con un brazo
llevas tu pecho a mi boca
para calmarme
como a un niño
No me odies, mi amor, dices
Yo no puedo odiarte
¿qué es lo que has visto?
¡Tantas cosas!
lo sabes todo.
¿Cómo puedes dormir tan profundamente por las noches
mientras piensas en la viabilidad del futuro,
en todos los caminos que convergen en los bordes?
¿Y qué futuro es más viable que aquél que es inminente?
Nos atrapa tu visión, mi amor
y a veces me encuentro debatiendo en mí mismo
si eres la araña o eres la red
y es entonces cuando vuelvo a la playa y a tu piel
y a las borracheras de mis rapsodias
y a ese mundo de la vida en que aún pudiera
sorprenderte
con poemas
o tal vez solo
respirando
en tu oído
Te veo entonces levantarte con el alba
Febo colándose por la ventana y tú cubriendo tu cuerpo
-----/ suavemente
sabes que estoy despierto
pero aún ahora haces de cuenta que lo ignoras, mal hábito
"Somos libres," me dijiste un día
hace mucho tiempo
en una época más sencilla
pero ahora yo me digo
No, no lo somos
me quedaré contigo
pero tú ya lo sabes
porque lo sabes todo
¿y qué valor pueden tener para el oráculo
las decisiones y los contenidos de una vida
que no tiene nada nuevo que ofrecerle?
Ya has probado todos los sabores, amor
y yo no puedo ofrecerte nada
más que odiarte (y amarte)
hasta que también para mí llegue lo inminente
ignorando siempre lo más horrible
en favor de lo que resulta más hermoso.
¿Qué sentido tiene
sentarse al borde del acantilado
a observar al peregrino que escala estas rocas
si ya conoces su nombre, de donde y a qué viene?
"Este año
la cosecha estará marcada por la plaga
y muchos no verán terminar
este invierno
Pero el año siguiente
y es esta la palabra de Apolo
todo lo que siembres será grato
al alba brillará el trigo como el vello de una virgen
y el fruto de la vid embriagará a los hombres en tus salones"
Se retirará entonces el peregrino con una ancha y anticipada sonrisa
ignorando lo más horrible de la profecía
en favor de lo que resulta más hermoso
y sería para ti propicio, oh sabedora
recibir también al próximo viajante
si no fuera inminente la tormenta
y no supieras de antemano que ese nunca volverá al hogar
"Vuelve durante la próxima estación
zarpa de vuelta a la patria, oh viajero
Ha nacido tu primer hijo
Contempla esta noche el crepúsculo
y mientras reman tus hombres en tu nave
sueña con el hogar
con el abrazo cálido
de tu mujer y tu pequeño heredero."
Mi dulce Sofía
¡qué insensible te ha vuelto el conocer los designios de los dioses
qué inflexible y qué cruel aspecto te da el peso de la égida sobre tus
-----/ suaves hombros!
¡Yo que te vi correr por las arenas de esta playa
salando tu piel y tus cabellos con la brisa
y mojando los dedos de tus pies
que canté rapsodias a la musa de tu nombre y te vi reir en un mundo
-----/ de sorpresas
Parte ahora por tu engaño un hombre que desconoce el significado de
-----/ lo inminente!
Y tú sonríes como siempre ante mis palabras de reclamo y llevas tu
-----/ mano a mi rostro
y siento que tu piel
aún es cálida.
Más tarde en el calor del lecho que nos han reservado los éforos
detrás de un velo y sobre una fuente de agua
te miro y te ruego
¡déjame ver! quiero conocer el ser de lo inminente y todo aquello
-----/ que tú ya has visto
quiero saber lo que deparan los dioses
pero te niegas
mueves despacio la cabeza
fría, serena,
indiferente
entonces lloro y grito y muerdo los bordes de la cama
tú dejas que me calme, como un niño
me rodeas con un brazo
llevas tu pecho a mi boca
para calmarme
como a un niño
No me odies, mi amor, dices
Yo no puedo odiarte
¿qué es lo que has visto?
¡Tantas cosas!
lo sabes todo.
¿Cómo puedes dormir tan profundamente por las noches
mientras piensas en la viabilidad del futuro,
en todos los caminos que convergen en los bordes?
¿Y qué futuro es más viable que aquél que es inminente?
Nos atrapa tu visión, mi amor
y a veces me encuentro debatiendo en mí mismo
si eres la araña o eres la red
y es entonces cuando vuelvo a la playa y a tu piel
y a las borracheras de mis rapsodias
y a ese mundo de la vida en que aún pudiera
sorprenderte
con poemas
o tal vez solo
respirando
en tu oído
Te veo entonces levantarte con el alba
Febo colándose por la ventana y tú cubriendo tu cuerpo
-----/ suavemente
sabes que estoy despierto
pero aún ahora haces de cuenta que lo ignoras, mal hábito
"Somos libres," me dijiste un día
hace mucho tiempo
en una época más sencilla
pero ahora yo me digo
No, no lo somos
me quedaré contigo
pero tú ya lo sabes
porque lo sabes todo
¿y qué valor pueden tener para el oráculo
las decisiones y los contenidos de una vida
que no tiene nada nuevo que ofrecerle?
Ya has probado todos los sabores, amor
y yo no puedo ofrecerte nada
más que odiarte (y amarte)
hasta que también para mí llegue lo inminente
ignorando siempre lo más horrible
en favor de lo que resulta más hermoso.
sábado, 6 de junio de 2009
Otra de detectives (I)
Por aquél entonces ya no tenía el Plymouth. Tenía un Toyota Celica del año ochenta y algo, aunque podría haber sido cualquier otro Toyota de esa década y en general cualquier auto, porque la verdad es que ahora no tengo uno y a penas tengo nada para movilizarme. Son tiempos de vacas flacas, sí. Me llamo Vercingétorix Grandbois, y cada vez estoy más convencido de que lo último que debí hacer con mi vida fue hacerme detective. Pero mientras quede un poco de buen Boris en la botella todo será felicidad. Yo y mi hígado contra el mundo.
Pero todo esto no es más que el desembocamiento de una historia, por supuesto, o quizá su afluente. No vamos a ponernos cartográficos. Los detalles son detalles y están ahí para distraernos. Yo lo sé. Lo leí en un manual. El Manual del Private Eye.
Vamos a comenzar así: Así que yo estaba detrás de mi escritorio sacando cuentas y fumando en la oscuridad cuando llamaron a la puerta. Pase, digo, y la puerta se abre, y entra un tipo escuálido y de rasgos afilados que dice llamarse Ramón Estévez. ¿Vercingétorix Grandbois? pregunta, y yo le contestó afirmativamente y le pregunto al señor Estévez cómo puedo ayudarlo. Le indico la silla frente a mí. Estévez mira a su alrededor de forma muy abstraída y toma asiento. No deja de mirar a su alrededor. A mí, a penas me presta atención. Pienso: Quizá no fue buena idea colgar todos esos posters con portadas de discos de Cannibal Corpse. Pero qué puedo decir en mi defensa, para el arte soy algo mórbido. (Me encantan las palabras complicadas.) Miro al señor Estévez y luego de un buen rato estudiando mi oficina me dice: "Vengo en nombre de mi hija."
Ajá, digo yo. ¿Qué es lo que necesita su hija? Nada, dice. No, todo. Se rasca el paladar con la punta de la lengua y se aclara la garganta. Mire, señor Grandbois, todo esto es realmente confuso. No puedo hallar las respuestas y un amigo me recomendó que hablara con usted. No se preocupe por las respuestas, señor, digo yo, de eso me encargaré yo. Usted cuénteme lo que haya que contar. Gracias, señor Grandbois.
Hagámoslo un poco más fácil. Uso de comillas, espacios entre lo que digo yo y lo que dice él. Probémoslo.
"Verá, mi hija tiene un enamorado, un estudiante de literatura de la Católica."
"Ajá."
"Se llama Javier del Pomar."
"¿Cuanto tiempo llevaban juntos su hija y este muchacho, señor Estévez?"
"¿Eso es importante?"
No respondo.
"Tres meses."
"Continúe, por favor."
"Bien, un día los dos muchachos llegan algo tarde, luego de una fiesta o algo así. María Paz va a la cocina y el muchacho se queda en el baño, dice que para lavarse las manos. Verá, el muchacho tenía esta tendencia a lavarse las manos, según mi hija, así que ella va a la cocina sin pensar nada extraño y se queda ahí. Bebe agua, y busca algo para comer. Saca un poco de queso y come. Luego algo de gelatina en un tazón y come. Bebe otro vaso de agua. Pero el muchacho no vuelve a la cocina. Va a su cuarto y lo espera sentada en la cama, tranquila, imaginando que su novio estaría haciendo sus necesidades, pero el chico no aparece tampoco entonces. Al fin se pone algo impaciente luego de veinte minutos y toca la puerta del baño. Pero su novio no respondió. Así que tocó. Tocó más de una vez por lo que sé, y entonces abrió la puerta. La luz estaba encendida. Pero de Javier no había rastro. Lo llama, pero el celular está apagado. Se va a su habitación, molesta, ofendida, pero finalmente se quedó dormida."
"¿Lo llamó al día siguiente?"
"No, cómo cree, estaba furiosa."
"Le sigo."
"Totalmente mortificada. Pero finalmente, cuando pasan dos días, y ve que no sabe nada del chico, lo llama a su casa. Y sorpresa, la madre preocupadísima, porque el muchacho no ha vuelto a casa desde la fiesta. Nadie sabe nada de él. Estaba absolutamente escandalizada. Incluso vino a hablar con nosotros."
"¿Por qué no vino la señora?"
"Está destrozada, realmente... "
"Ajá. ¿Cuanto tiempo lleva desaparecido el chico?"
"Un mes. La policía nos dijo que no había de qué preocuparse, que esto pasa todo el tiempo, el alcohol, las drogas en los jóvenes, los hace portarse de forma errática, bla bla bla, tonterías. Yo diría que no hicieron mucho, pero finalmente nos dijeron que contratáramos a un detective privado."
"Y aquí entro yo."
"Y aquí entra mi amigo Richi y luego usted."
"Bueno. Eso es discutible."
"¿Eh?"
"Richi es utilitario. La herramienta que lleva a mí. Aquí entro yo y solo yo."
"Eh, señor Grandbois, Richi es mi amigo."
"Okey, okey."
"¿Cómo es el asunto de sus honorarios, señor Grandbois?"
"Le va a salir caro, señor Estévez."
"¿Qué tanto?"
"Cincuenta soles la hora, más los gastos adicionales que pudiera tener que hacer."
"Hecho. Señor Grandbois, creo que no sabe lo importante que es esto para mi hija. Creo que se siente culpable."
"No me diga."
"Sí."
"¿Por qué?"
"Piensa que han secuestrado al chico."
"¿Usted qué es lo que piensa?"
"No lo sé, es posible."
"¿Su casa es segura?"
"Sí."
"Me gustaría verla."
"Puedo mostrársela, no veo por qué no."
"¿Usted considera que alguien pudo entrar en su casa y llevarse al chico pero sigue viviendo ahí como si nada?"
"Oiga... "
"Está bien, no está seguro. Supongo que ahora pone llave."
"Siempre ponemos llave, señor Grandbois. Y la verdad que un secuestro me parece muy improbable, simplemente, digo que no es imposible."
"Lo más probable es... "
"Que el chico es un hijo de puta."
Me levanté por la mañana y me miré en el espejo. Era un sujeto con carisma y una apariencia especial. Un enorme celta de nariz ganchuda y roja, con una melena de rizos enmarañados y una barba bastante poblada que no me decidía a afeitar. Me lavé la cara y estuve fumándome un cigarrillo gitano frente al espejo durante varios minutos. Cuando acabé, decidí que no me bañaría. Fui a la gaveta y cogí una camisa verde a cuadros, el abrigo y mis viejos pantalones a juego. Me serví un desayuno a base de pan de molde y huevos revueltos con jamón, algo de sake y un café con leche. Luego volví al baño a seguir apreciándome, hice algunas gárgaras con Listerine y fui al garage en busca del Celica. Mi llavero era una calavera de jebe, la apretabas y salía un gusano verde de su nariz. Me gustaba, me parecía que era un llavero con personalidad, ¿y qué otro sentido tiene usar un llavero? Introduje la llave en la ranura y arranqué.
Dos días antes había estado en casa del señor Estévez, y había conocido a su hija, María Paz, a la señora y a los dos hermanos. Había estado observando la casa de pies a cabeza, tomando nota y recogiendo los testimonios de cada miembro de la familia. La chica, María Paz, no era muy conversadora, pero me miraba con lo que yo, al menos, interpreté como esperanza, con dos preciosos ojitos dorados. En un momento determinado la miré y le dije:
"Haré mi mejor esfuerzo pequeña."
Se rió. Me pareció una risa casi cínica, pero su mirada no cambió un poco.
Cuando salí de la casa de los Estévez, llegué a la conclusión de que en general, salvo para la pequeña novia, el chico del Pomar no era muy apreciado. Tampoco era que se llevara mal con la familia, simplemente resultaba indiferente. De cualquier modo, se me había proporcionado la dirección de la madre (el padre del chico llevaba un par de años fallecido) y ahí era donde me dirigía esta mañana. Pensé que quizá debiera haberme amarrado el pelo, pero luego dije, qué carajo, soy Vercingétorix Grandbois. Es parte mi de gracia.
Busqué en la casetera algo para poner. Cogí una vieja grabación de Entombed que me había pasado un colega de Suecia hace años y estuve batiendo la cabeza un buen rato. Hay que decirlo, yo solo escucho dos tipos de música, a Dios gracias: death metal del bueno y óperas de Wagner. Para mí, esa es la única verdadera música heroica en la Tierra. El death metal calma mis instintos, me mantiene alerta, listo para saltar si es necesario y atento a cada punto particular, como un tejón con rabia listo para morder a un mocoso pillo que ha ido a quitarle la comida. Por su parte, Wagner... Wagner, Woody Allen ya lo puso bastante claro: "Cada vez que oigo a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia." Amén.
La casa de la señora del Pomar es de un horrible verde moco, con paredes exteriores de ladrillo y un gran portón marrón oscuro. O así era cuando estacioné el auto al frente. Me bajé, apagué la radio y me encendí un gitano. Estuve fumando un rato mientras revisaba mis notas, en busca de algún indicio que se me hubiera podido pasar. Está de más decir que no encontré nada importante entre los apuntes que ya había leído unas cinco veces en los últimos dos días. Cerré la libreta y la guardé en mi abrigo, y entonces toqué el intercomunicador. Los fuertes ladridos de un perro del otro lado de la puerta activaron mis reflejos.
"¿Quién?" preguntó una voz opaca y con muy poco de femenina en el intercom.
"¿Señora del Pomar? Es Vercingétorix Grandbois. El detective," contesté. Sí, era el detective.
"Ah, un momento señor Granbuá."
La puerta tardó exactamente cinco minutos en abrirse. Al parecer había guardado al perro. La señora era alta y maciza, con el pelo atado en una coleta y los ojos bastante enrrojecidos por el llanto.
"Le dijeron los Estévez que vendría."
"Sí, pase por aquí por favor."
Pasé por ahí por favor. Cruzámos el patio y entramos en una salita. La señora me indicó que me sentara y no dudé en hacerlo. Se encendió un cigarrillo sin decir nada, dejando claro que yo estaba en su casa, en su sala y jugaba con sus reglas, así que me permití encenderme uno yo mismo.
Por un largo instante no dijimos nada, ninguno de los dos dijo nada, pero la señora del Pomar me miraba fijamente. Pensé: quizá debí peinarme después de todo, pero me cacheteé mentalmente y seguí sin decir ni hacer nada.
"¿Siempre ha sido... detective, señor Granbuá?"
"No, señora. Soy FAP retirado."
"Vaya."
"Sí, me enviaron a España a probar algunos equipos, a volar algunos aviones. Luego dejé la fuerza aérea y estuve retirado unos años en Galicia."
"No me diga. Tengo familia en Galicia."
"¿Sí? Vaya."
"Ajá."
"Luego estuve viviendo en Buenos Aires cerca de un año, antes de volver a Lima. Ahí es que puse mi oficina y todo eso."
"¿Y ustedes van a una escuela? Quiero decir, ¿es como una carrera profesional?"
Se estaba haciendo la lista.
"Leemos un manual."
"¿Ah, sí?"
"Sí. El Manual del Private Eye."
Toma para que te sandunguees gorda.
"Ya veo. Señor Granbuá, ¿de verdad cree que pueda ayudarme a encontrar a mi hijo?"
"Señora, estoy haciendo lo posible."
"¿Y cómo puedo ayudarlo a usted? ¿Hay algo que pueda hacer?"
"Claro. Cuénteme todo lo que pueda sobre Javier, señora del Pomar."
Tres horas de despotriqueo contra el muchacho. Yo no sé por qué lloraba tanto la gorda si lo quería tan poco. O eso o lo quería de un modo cósmico y atemporal que nosotros los simples mortales, motas de polvo en el vasto universo, no podemos comprender, oh gran Cthulhu. Igual terminamos morreándonos sobre el sillón. Yo tenía hambre, no había comido en semanas y ella estaba allí, toda lechonosa. Algo mayor para mí, pero en tiempos de guerra todo hueco es trinchera, dicen. Claro que al final terminó echándome y diciéndome que si le sobrara el dinero, haría que me encerraran. Ella se lo perdió, sucia.
Esa noche jugaba a vaciarme la botella en medio de una apasionante partida de solitario cuando llamaron por teléfono. Eran más de las doce de la madrugada y yo no imaginaba o no quería imaginar quién me llamaría a casa a esa hora. Abriéndome paso entre los densos nubarrones de la cocina, llegué al aparato para la sexta timbrada.
"¿Aló?"
"¿Señor Grandbois?" era una aguda voz de sopranito que me resultó muy familiar pero que no lograba identificar.
"Él habla. ¿Quién es?"
"Es María Paz Estévez."
"Oh, coño, hola señorita Estévez. Siento la demora."
"Señor Grandbois, disculpe la hora, pero hay algo que no le he dicho."
La escuché carraspear del otro lado de la línea.
"Nena, dímelo con confianza."
"Debe jurar que no dirá nada.
"Nena, tu padre me paga, pero tú eres mi verdadero cliente. Y hay un pacto de absoluta confidencialidad entre un detective privado y su cliente."
Lo decía el Manual.
"Gracias. Señor Grandbois, cuando yo conocí a Javier él ya no se dedicaba a esto pero...
Un silencio prolongado. Luego continuó:
"Algo más de un año antes de conocerlo, Javier se dedicaba a vender marihuana.
"Oh. ¿Nada más?"
"No sé por qué pero creo que nunca quedó bien con los que le daban la hierba."
"Con los que estaban arriba de él."
"Sí, eso. No sé por qué tengo el presentimiento de que todo este asunto está relacionado con eso."
"¿Estás segura nena? ¿Te consta eso que me estás diciendo?"
"No... " Un grito del otro lado de la línea, muy fuerte. La voz del señor Estévez exigiéndole a su hija que colgara el teléfono. Se acabó la llamada, y yo me quedé ahí, con una colilla de cigarrillo quemándome el labio inferior y una botella de vodka en la mano.
En los días que siguieron, no conseguí nada importante. Estuve en la Universidad Católica, haciendo preguntas aquí y acullá. Nadie parecía saber nada sober la desaparición de Javier del Pomar, y no encontré un solo estudiante que hubiera podido ser su cliente en aquellas épocas turbias de las que me había hablado su pequeña novia. Acudí a recitales de poesía, al bar Yacana, a conciertos de rock pesado vestido de incógnito y a distintas editoriales en las que el desaparecido había intentado que le publicaran algunos de sus poemas (bastante malos, por cierto). En ese tiempo, no me comuniqué para nada con los Estévez, pero recibí el giro semanal que me correspondía sin ninguna clase de inconveniente.
Casi una semana después, alguien llamó a la puerta de mi casa. Era domingo al mediodía y no se suponía que fuera a trabajar. No me quise mover del colchón, pero estuvieron tocando con insistencia cerca de una hora, así que finalmente me rendí. Me levanté de la cama, me rasqué dentro del pantalón y me serví un vaso de agua del caño. Siguieron tocando. Caminé hacia la puerta y miré por el ojo de gato.
"¿Quién es?"
"¿Señor Grandbois? Tengo que hablar con usted. Es bastante urgente."
"Coño," murmuré. Abrí la puerta y un hombre de rasgos aindiados vestido de traje y con el cabello engominado me miró fijamente.
"¿Grandbois?" preguntó.
"Pa servirle a usté," contesté.
"Tiene que abandonar el caso de Javier del Pomar."
"¿Eh?"
"Se lo he dicho. Abandónelo. Si nos enteramos de que sigue trabajando en él, tendremos que ponernos drásticos con usted."
"¿Me está amenazando?"
"Le estoy advirtiendo."
"¿Cómo supo donde vivo?"
"Quizá debería empezar a considerar que tener su oficina en el mismo edificio en el que tiene su departamento no es una buena idea. Tenga un buen día."
Tras decir esto, el tipo se dio media vuelta y se fue caminando por el pasillo. Yo no estaba para esa clase de majaderías, sin embargo. Cogí la botella de Boris vacía del fregadero y me lancé detrás del tipo. Sus reflejos eran casi felinos, se apartó del camino como una pantera y yo rodé escaleras abajo, rompiendo la botella bajo mi brazo. Cuando logré alzar la cabeza, el hombre había desaparecido. Probablemente había usado el ascensor.
Estuve saboreando mis labios rotos un rato, luego me quedé dormido.
Pero todo esto no es más que el desembocamiento de una historia, por supuesto, o quizá su afluente. No vamos a ponernos cartográficos. Los detalles son detalles y están ahí para distraernos. Yo lo sé. Lo leí en un manual. El Manual del Private Eye.
Vamos a comenzar así: Así que yo estaba detrás de mi escritorio sacando cuentas y fumando en la oscuridad cuando llamaron a la puerta. Pase, digo, y la puerta se abre, y entra un tipo escuálido y de rasgos afilados que dice llamarse Ramón Estévez. ¿Vercingétorix Grandbois? pregunta, y yo le contestó afirmativamente y le pregunto al señor Estévez cómo puedo ayudarlo. Le indico la silla frente a mí. Estévez mira a su alrededor de forma muy abstraída y toma asiento. No deja de mirar a su alrededor. A mí, a penas me presta atención. Pienso: Quizá no fue buena idea colgar todos esos posters con portadas de discos de Cannibal Corpse. Pero qué puedo decir en mi defensa, para el arte soy algo mórbido. (Me encantan las palabras complicadas.) Miro al señor Estévez y luego de un buen rato estudiando mi oficina me dice: "Vengo en nombre de mi hija."
Ajá, digo yo. ¿Qué es lo que necesita su hija? Nada, dice. No, todo. Se rasca el paladar con la punta de la lengua y se aclara la garganta. Mire, señor Grandbois, todo esto es realmente confuso. No puedo hallar las respuestas y un amigo me recomendó que hablara con usted. No se preocupe por las respuestas, señor, digo yo, de eso me encargaré yo. Usted cuénteme lo que haya que contar. Gracias, señor Grandbois.
Hagámoslo un poco más fácil. Uso de comillas, espacios entre lo que digo yo y lo que dice él. Probémoslo.
"Verá, mi hija tiene un enamorado, un estudiante de literatura de la Católica."
"Ajá."
"Se llama Javier del Pomar."
"¿Cuanto tiempo llevaban juntos su hija y este muchacho, señor Estévez?"
"¿Eso es importante?"
No respondo.
"Tres meses."
"Continúe, por favor."
"Bien, un día los dos muchachos llegan algo tarde, luego de una fiesta o algo así. María Paz va a la cocina y el muchacho se queda en el baño, dice que para lavarse las manos. Verá, el muchacho tenía esta tendencia a lavarse las manos, según mi hija, así que ella va a la cocina sin pensar nada extraño y se queda ahí. Bebe agua, y busca algo para comer. Saca un poco de queso y come. Luego algo de gelatina en un tazón y come. Bebe otro vaso de agua. Pero el muchacho no vuelve a la cocina. Va a su cuarto y lo espera sentada en la cama, tranquila, imaginando que su novio estaría haciendo sus necesidades, pero el chico no aparece tampoco entonces. Al fin se pone algo impaciente luego de veinte minutos y toca la puerta del baño. Pero su novio no respondió. Así que tocó. Tocó más de una vez por lo que sé, y entonces abrió la puerta. La luz estaba encendida. Pero de Javier no había rastro. Lo llama, pero el celular está apagado. Se va a su habitación, molesta, ofendida, pero finalmente se quedó dormida."
"¿Lo llamó al día siguiente?"
"No, cómo cree, estaba furiosa."
"Le sigo."
"Totalmente mortificada. Pero finalmente, cuando pasan dos días, y ve que no sabe nada del chico, lo llama a su casa. Y sorpresa, la madre preocupadísima, porque el muchacho no ha vuelto a casa desde la fiesta. Nadie sabe nada de él. Estaba absolutamente escandalizada. Incluso vino a hablar con nosotros."
"¿Por qué no vino la señora?"
"Está destrozada, realmente... "
"Ajá. ¿Cuanto tiempo lleva desaparecido el chico?"
"Un mes. La policía nos dijo que no había de qué preocuparse, que esto pasa todo el tiempo, el alcohol, las drogas en los jóvenes, los hace portarse de forma errática, bla bla bla, tonterías. Yo diría que no hicieron mucho, pero finalmente nos dijeron que contratáramos a un detective privado."
"Y aquí entro yo."
"Y aquí entra mi amigo Richi y luego usted."
"Bueno. Eso es discutible."
"¿Eh?"
"Richi es utilitario. La herramienta que lleva a mí. Aquí entro yo y solo yo."
"Eh, señor Grandbois, Richi es mi amigo."
"Okey, okey."
"¿Cómo es el asunto de sus honorarios, señor Grandbois?"
"Le va a salir caro, señor Estévez."
"¿Qué tanto?"
"Cincuenta soles la hora, más los gastos adicionales que pudiera tener que hacer."
"Hecho. Señor Grandbois, creo que no sabe lo importante que es esto para mi hija. Creo que se siente culpable."
"No me diga."
"Sí."
"¿Por qué?"
"Piensa que han secuestrado al chico."
"¿Usted qué es lo que piensa?"
"No lo sé, es posible."
"¿Su casa es segura?"
"Sí."
"Me gustaría verla."
"Puedo mostrársela, no veo por qué no."
"¿Usted considera que alguien pudo entrar en su casa y llevarse al chico pero sigue viviendo ahí como si nada?"
"Oiga... "
"Está bien, no está seguro. Supongo que ahora pone llave."
"Siempre ponemos llave, señor Grandbois. Y la verdad que un secuestro me parece muy improbable, simplemente, digo que no es imposible."
"Lo más probable es... "
"Que el chico es un hijo de puta."
Me levanté por la mañana y me miré en el espejo. Era un sujeto con carisma y una apariencia especial. Un enorme celta de nariz ganchuda y roja, con una melena de rizos enmarañados y una barba bastante poblada que no me decidía a afeitar. Me lavé la cara y estuve fumándome un cigarrillo gitano frente al espejo durante varios minutos. Cuando acabé, decidí que no me bañaría. Fui a la gaveta y cogí una camisa verde a cuadros, el abrigo y mis viejos pantalones a juego. Me serví un desayuno a base de pan de molde y huevos revueltos con jamón, algo de sake y un café con leche. Luego volví al baño a seguir apreciándome, hice algunas gárgaras con Listerine y fui al garage en busca del Celica. Mi llavero era una calavera de jebe, la apretabas y salía un gusano verde de su nariz. Me gustaba, me parecía que era un llavero con personalidad, ¿y qué otro sentido tiene usar un llavero? Introduje la llave en la ranura y arranqué.
Dos días antes había estado en casa del señor Estévez, y había conocido a su hija, María Paz, a la señora y a los dos hermanos. Había estado observando la casa de pies a cabeza, tomando nota y recogiendo los testimonios de cada miembro de la familia. La chica, María Paz, no era muy conversadora, pero me miraba con lo que yo, al menos, interpreté como esperanza, con dos preciosos ojitos dorados. En un momento determinado la miré y le dije:
"Haré mi mejor esfuerzo pequeña."
Se rió. Me pareció una risa casi cínica, pero su mirada no cambió un poco.
Cuando salí de la casa de los Estévez, llegué a la conclusión de que en general, salvo para la pequeña novia, el chico del Pomar no era muy apreciado. Tampoco era que se llevara mal con la familia, simplemente resultaba indiferente. De cualquier modo, se me había proporcionado la dirección de la madre (el padre del chico llevaba un par de años fallecido) y ahí era donde me dirigía esta mañana. Pensé que quizá debiera haberme amarrado el pelo, pero luego dije, qué carajo, soy Vercingétorix Grandbois. Es parte mi de gracia.
Busqué en la casetera algo para poner. Cogí una vieja grabación de Entombed que me había pasado un colega de Suecia hace años y estuve batiendo la cabeza un buen rato. Hay que decirlo, yo solo escucho dos tipos de música, a Dios gracias: death metal del bueno y óperas de Wagner. Para mí, esa es la única verdadera música heroica en la Tierra. El death metal calma mis instintos, me mantiene alerta, listo para saltar si es necesario y atento a cada punto particular, como un tejón con rabia listo para morder a un mocoso pillo que ha ido a quitarle la comida. Por su parte, Wagner... Wagner, Woody Allen ya lo puso bastante claro: "Cada vez que oigo a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia." Amén.
La casa de la señora del Pomar es de un horrible verde moco, con paredes exteriores de ladrillo y un gran portón marrón oscuro. O así era cuando estacioné el auto al frente. Me bajé, apagué la radio y me encendí un gitano. Estuve fumando un rato mientras revisaba mis notas, en busca de algún indicio que se me hubiera podido pasar. Está de más decir que no encontré nada importante entre los apuntes que ya había leído unas cinco veces en los últimos dos días. Cerré la libreta y la guardé en mi abrigo, y entonces toqué el intercomunicador. Los fuertes ladridos de un perro del otro lado de la puerta activaron mis reflejos.
"¿Quién?" preguntó una voz opaca y con muy poco de femenina en el intercom.
"¿Señora del Pomar? Es Vercingétorix Grandbois. El detective," contesté. Sí, era el detective.
"Ah, un momento señor Granbuá."
La puerta tardó exactamente cinco minutos en abrirse. Al parecer había guardado al perro. La señora era alta y maciza, con el pelo atado en una coleta y los ojos bastante enrrojecidos por el llanto.
"Le dijeron los Estévez que vendría."
"Sí, pase por aquí por favor."
Pasé por ahí por favor. Cruzámos el patio y entramos en una salita. La señora me indicó que me sentara y no dudé en hacerlo. Se encendió un cigarrillo sin decir nada, dejando claro que yo estaba en su casa, en su sala y jugaba con sus reglas, así que me permití encenderme uno yo mismo.
Por un largo instante no dijimos nada, ninguno de los dos dijo nada, pero la señora del Pomar me miraba fijamente. Pensé: quizá debí peinarme después de todo, pero me cacheteé mentalmente y seguí sin decir ni hacer nada.
"¿Siempre ha sido... detective, señor Granbuá?"
"No, señora. Soy FAP retirado."
"Vaya."
"Sí, me enviaron a España a probar algunos equipos, a volar algunos aviones. Luego dejé la fuerza aérea y estuve retirado unos años en Galicia."
"No me diga. Tengo familia en Galicia."
"¿Sí? Vaya."
"Ajá."
"Luego estuve viviendo en Buenos Aires cerca de un año, antes de volver a Lima. Ahí es que puse mi oficina y todo eso."
"¿Y ustedes van a una escuela? Quiero decir, ¿es como una carrera profesional?"
Se estaba haciendo la lista.
"Leemos un manual."
"¿Ah, sí?"
"Sí. El Manual del Private Eye."
Toma para que te sandunguees gorda.
"Ya veo. Señor Granbuá, ¿de verdad cree que pueda ayudarme a encontrar a mi hijo?"
"Señora, estoy haciendo lo posible."
"¿Y cómo puedo ayudarlo a usted? ¿Hay algo que pueda hacer?"
"Claro. Cuénteme todo lo que pueda sobre Javier, señora del Pomar."
Tres horas de despotriqueo contra el muchacho. Yo no sé por qué lloraba tanto la gorda si lo quería tan poco. O eso o lo quería de un modo cósmico y atemporal que nosotros los simples mortales, motas de polvo en el vasto universo, no podemos comprender, oh gran Cthulhu. Igual terminamos morreándonos sobre el sillón. Yo tenía hambre, no había comido en semanas y ella estaba allí, toda lechonosa. Algo mayor para mí, pero en tiempos de guerra todo hueco es trinchera, dicen. Claro que al final terminó echándome y diciéndome que si le sobrara el dinero, haría que me encerraran. Ella se lo perdió, sucia.
Esa noche jugaba a vaciarme la botella en medio de una apasionante partida de solitario cuando llamaron por teléfono. Eran más de las doce de la madrugada y yo no imaginaba o no quería imaginar quién me llamaría a casa a esa hora. Abriéndome paso entre los densos nubarrones de la cocina, llegué al aparato para la sexta timbrada.
"¿Aló?"
"¿Señor Grandbois?" era una aguda voz de sopranito que me resultó muy familiar pero que no lograba identificar.
"Él habla. ¿Quién es?"
"Es María Paz Estévez."
"Oh, coño, hola señorita Estévez. Siento la demora."
"Señor Grandbois, disculpe la hora, pero hay algo que no le he dicho."
La escuché carraspear del otro lado de la línea.
"Nena, dímelo con confianza."
"Debe jurar que no dirá nada.
"Nena, tu padre me paga, pero tú eres mi verdadero cliente. Y hay un pacto de absoluta confidencialidad entre un detective privado y su cliente."
Lo decía el Manual.
"Gracias. Señor Grandbois, cuando yo conocí a Javier él ya no se dedicaba a esto pero...
Un silencio prolongado. Luego continuó:
"Algo más de un año antes de conocerlo, Javier se dedicaba a vender marihuana.
"Oh. ¿Nada más?"
"No sé por qué pero creo que nunca quedó bien con los que le daban la hierba."
"Con los que estaban arriba de él."
"Sí, eso. No sé por qué tengo el presentimiento de que todo este asunto está relacionado con eso."
"¿Estás segura nena? ¿Te consta eso que me estás diciendo?"
"No... " Un grito del otro lado de la línea, muy fuerte. La voz del señor Estévez exigiéndole a su hija que colgara el teléfono. Se acabó la llamada, y yo me quedé ahí, con una colilla de cigarrillo quemándome el labio inferior y una botella de vodka en la mano.
En los días que siguieron, no conseguí nada importante. Estuve en la Universidad Católica, haciendo preguntas aquí y acullá. Nadie parecía saber nada sober la desaparición de Javier del Pomar, y no encontré un solo estudiante que hubiera podido ser su cliente en aquellas épocas turbias de las que me había hablado su pequeña novia. Acudí a recitales de poesía, al bar Yacana, a conciertos de rock pesado vestido de incógnito y a distintas editoriales en las que el desaparecido había intentado que le publicaran algunos de sus poemas (bastante malos, por cierto). En ese tiempo, no me comuniqué para nada con los Estévez, pero recibí el giro semanal que me correspondía sin ninguna clase de inconveniente.
Casi una semana después, alguien llamó a la puerta de mi casa. Era domingo al mediodía y no se suponía que fuera a trabajar. No me quise mover del colchón, pero estuvieron tocando con insistencia cerca de una hora, así que finalmente me rendí. Me levanté de la cama, me rasqué dentro del pantalón y me serví un vaso de agua del caño. Siguieron tocando. Caminé hacia la puerta y miré por el ojo de gato.
"¿Quién es?"
"¿Señor Grandbois? Tengo que hablar con usted. Es bastante urgente."
"Coño," murmuré. Abrí la puerta y un hombre de rasgos aindiados vestido de traje y con el cabello engominado me miró fijamente.
"¿Grandbois?" preguntó.
"Pa servirle a usté," contesté.
"Tiene que abandonar el caso de Javier del Pomar."
"¿Eh?"
"Se lo he dicho. Abandónelo. Si nos enteramos de que sigue trabajando en él, tendremos que ponernos drásticos con usted."
"¿Me está amenazando?"
"Le estoy advirtiendo."
"¿Cómo supo donde vivo?"
"Quizá debería empezar a considerar que tener su oficina en el mismo edificio en el que tiene su departamento no es una buena idea. Tenga un buen día."
Tras decir esto, el tipo se dio media vuelta y se fue caminando por el pasillo. Yo no estaba para esa clase de majaderías, sin embargo. Cogí la botella de Boris vacía del fregadero y me lancé detrás del tipo. Sus reflejos eran casi felinos, se apartó del camino como una pantera y yo rodé escaleras abajo, rompiendo la botella bajo mi brazo. Cuando logré alzar la cabeza, el hombre había desaparecido. Probablemente había usado el ascensor.
Estuve saboreando mis labios rotos un rato, luego me quedé dormido.
sábado, 23 de mayo de 2009
El Rito Odínico
(III)
Cuando Golmen llegó a la mesa, ya todos estaban allí. Adam Polk, Jeremiah Woods, Kiefer Faulkner y Dakkar Sahib conformaban un grupo que podría haber sido catalogado como variopinto, y en efecto en un inicio lo fue, pero con el tiempo, los cuatro se convirtieron en una misma e infame entidad. El apelativo truhán, como se ha dicho anteriormente, les era administrado de forma concurrente, si bien no gratuita. La infamia, después de todo, es un atributo que nunca es del todo injustificado.
- Buenas noches Gunnar- saludó Polk, su expresión aburrida, su voz susurrante y de tono siempre sardónico, aún en la pronuniciación de las tres palabras que componían el saludo más mundano. El noruego devolvió el saludo y sonrió, antes de tomar asiento junto a sus pares.
- Ha ganado Thatcher- dijo Polk -. ¿Qué opinas?
Gunnar emitió una risa queda.
- Tenías razón.
- Ciertamente, las predicciones de Adam han ido mejorando- dijo Woods tomando la palabra -. Alguien debe haber estado repasando los tratados de Thelema.
Polk rió.
- Ya conoces mi relación con Crowley. Es similar a la tuya con Howard Lovecraft.
Dakkar Sahib dio un sorbo a su café, y Golmen hizo un gesto a un mesero para que le trajera uno igual.
- A Heath deben de estar ardiéndole los huesos- dijo el indio -. Toda su confianza puesta en Whitelaw para que la mujer practicamente le doble los votos.
Faulkner intervino.
- Era inevitable. El mes era propicio, Anterión sobre nuestras cabezas...
Polk rió nuevamente, y el mismo Woods no pudo evitar sonreír antes de hacer un comentario.
- No toquemos el tema de Anterión por favor- fue lo que dijo.
- ¿Qué tanto sabes de aquella estrella realmente, Kiefer?- preguntó Golmen al tiempo que recibía su taza de café.
- Sé que no se le debe ignorar, por ejemplo. Estoy convencido de que su influencia fue grande en estas elecciones.
Faulkner se había ofendido.
(10 de mayo del 2007)
(10 de mayo del 2007)
miércoles, 20 de mayo de 2009
Espejo
Mi realidad gira en torno a un Vórtice
rodeado de altísimos picos nevados
y de torrentosas cascadas
de aguas verdes
el cielo es un baile de máscaras
que reflejan la luz del sol
con tanta potencia
que el sol mismo desaparece.
Puede desaparecer todo, finalmente, pero el Vórtice permanece.
A veces sus remolinos rugen
los picos se despeñan
formándose avalanchas de nieve, roca y barro
que al final se desmoronan al caer en las aguas trastornadas.
Del núcleo de esa realidad salvaje
surje un retoño reptileo
una masa de escamosas espirales
retorciéndose y enderezándose
emitiendo chillidos que lo ensordecen
todo.
Es el Dragón de mi conciencia
desarticulando los parajes circundantes del Yo
aplastando las paredes
con el peso de su cuerpo
un peso absoluto
que ni siquiera el Vórtice consigue tragar.
El Dragón ruge como la madre de las cascadas
y exhala un aliento más brillante que los destellos de las máscaras
astillándolas
transformándolas en los trozos de un espejo roto.
rodeado de altísimos picos nevados
y de torrentosas cascadas
de aguas verdes
el cielo es un baile de máscaras
que reflejan la luz del sol
con tanta potencia
que el sol mismo desaparece.
Puede desaparecer todo, finalmente, pero el Vórtice permanece.
A veces sus remolinos rugen
los picos se despeñan
formándose avalanchas de nieve, roca y barro
que al final se desmoronan al caer en las aguas trastornadas.
Del núcleo de esa realidad salvaje
surje un retoño reptileo
una masa de escamosas espirales
retorciéndose y enderezándose
emitiendo chillidos que lo ensordecen
todo.
Es el Dragón de mi conciencia
desarticulando los parajes circundantes del Yo
aplastando las paredes
con el peso de su cuerpo
un peso absoluto
que ni siquiera el Vórtice consigue tragar.
El Dragón ruge como la madre de las cascadas
y exhala un aliento más brillante que los destellos de las máscaras
astillándolas
transformándolas en los trozos de un espejo roto.
sábado, 2 de mayo de 2009
Civilización
África
eructando inmigrantes desde tiempos inmemoriales
el Inmigrante Ancestral
Medio Oriente
Grecia
Europa
Europa y la Historia de la Humanidad
basada en el conocimiento.
El conocimiento es un inmigrante
la civilización es un inmigrante
sangre
la sangre, cuando está coagulada
es el mayor inmigrante de todos.
(Lima, en algún momento de noviembre del 2008)
eructando inmigrantes desde tiempos inmemoriales
el Inmigrante Ancestral
Medio Oriente
Grecia
Europa
Europa y la Historia de la Humanidad
basada en el conocimiento.
El conocimiento es un inmigrante
la civilización es un inmigrante
sangre
la sangre, cuando está coagulada
es el mayor inmigrante de todos.
(Lima, en algún momento de noviembre del 2008)
jueves, 30 de abril de 2009
Kaos
un punto negro expandiéndose a rastras
combustiona como tormenta eléctrica
sobre una tabla de madera podrida
sobre un cadáver flotando sobre un estómago lleno de gas
fuego en espirales
planetas
planetas eléctricos, planetas de fuego, planetas de hielo
planetas de gusanos reventando por el fango y
el metano
planetas que se devoran a sí mismos
como peces que caminan mordiéndose la cola o rocas copulando
con un amanecer nuclear como telón de fondo
o como monos en moradas de cristal
expandiéndose a rastras
en una parcela de cosmos
regla y compás en espirales
planeta de lógica, planeta lactante, planeta diesel
todo vuelve a la naturaleza salvaje
la naturaleza es caos
kaos = sexo
------ = violencia
(Lima, en algún momento de noviembre del 2008)
combustiona como tormenta eléctrica
sobre una tabla de madera podrida
sobre un cadáver flotando sobre un estómago lleno de gas
fuego en espirales
planetas
planetas eléctricos, planetas de fuego, planetas de hielo
planetas de gusanos reventando por el fango y
el metano
planetas que se devoran a sí mismos
como peces que caminan mordiéndose la cola o rocas copulando
con un amanecer nuclear como telón de fondo
o como monos en moradas de cristal
expandiéndose a rastras
en una parcela de cosmos
regla y compás en espirales
planeta de lógica, planeta lactante, planeta diesel
todo vuelve a la naturaleza salvaje
la naturaleza es caos
kaos = sexo
------ = violencia
(Lima, en algún momento de noviembre del 2008)
martes, 28 de abril de 2009
(Espiando a Nicole, domingo a las 8 a.m.)
Nicole observa a un pájaro gris
con los codos apoyados en el alfeizar de la ventana
se raspa de tanto en tanto
los dientes con la lengua
mientras los rayos del sol blanco secan su nariz.
Mueve la cabeza de lado a lado
siguiendo al pájaro con la mirada
observándolo posarse sobre un plato
lleno de agua
sobre las locetas.
Afuera de la casa
el jardín permanece solitario e inerte
sumido en el silencio para todos nosotros
pero no para ella:
Nicole tiene un oído agudísimo
realmente de la mejor calidad
y parando muy bien sus orejas
puede oir las pisadas de las frágiles patitas.
El pájaro se acerca al plato de comida
que está junto al del agua
abre sus alas en un bravo gesto de triunfo
y comienza a picotear las arenosas hojuelas.
Aquello es suficiente para Nicole.
Retirándose de la ventana
se vuelve hacia el corredor
y recorriéndolo de un salto
echa a correr escaleras abajo.
Vuelve su pálida mirada hacia la puerta del jardín
y sigilosa como un gato
con sus sentidos atentos al molesto ruido de las frágiles patitas
da un paso, dos pasos, muy lento y muy despacio
se aproxima al regordete pájaro
captando la pestífera fragancia de sus plumas.
Cuando lo tiene donde quiere, Nicole sonríe,
flexiona las rodillas y da un brinco.
El ave inadvertida no la ve venir
las enormes fauces ocultan el sol blanco
los dientes machacan la carne
arrancan las plumas
quiebran sin problemas las frágiles patitas,
mientras la paloma se debate moviendo sus alas,
Nicole es más fuerte y prevalece
con un preciso movimiento de su pata
le rompe el cuello.
Aún con el pájaro en el hocico,
la paciente Nicole abandona las tinieblas
se posa bajo el sol, escupiendo un montón de plumas grises. Masticando
se echa patas arriba
con la lengua afuera, roja y jadeante
revolcándose en la hierba
tierna, lozana y satisfecha.
con los codos apoyados en el alfeizar de la ventana
se raspa de tanto en tanto
los dientes con la lengua
mientras los rayos del sol blanco secan su nariz.
Mueve la cabeza de lado a lado
siguiendo al pájaro con la mirada
observándolo posarse sobre un plato
lleno de agua
sobre las locetas.
Afuera de la casa
el jardín permanece solitario e inerte
sumido en el silencio para todos nosotros
pero no para ella:
Nicole tiene un oído agudísimo
realmente de la mejor calidad
y parando muy bien sus orejas
puede oir las pisadas de las frágiles patitas.
El pájaro se acerca al plato de comida
que está junto al del agua
abre sus alas en un bravo gesto de triunfo
y comienza a picotear las arenosas hojuelas.
Aquello es suficiente para Nicole.
Retirándose de la ventana
se vuelve hacia el corredor
y recorriéndolo de un salto
echa a correr escaleras abajo.
Vuelve su pálida mirada hacia la puerta del jardín
y sigilosa como un gato
con sus sentidos atentos al molesto ruido de las frágiles patitas
da un paso, dos pasos, muy lento y muy despacio
se aproxima al regordete pájaro
captando la pestífera fragancia de sus plumas.
Cuando lo tiene donde quiere, Nicole sonríe,
flexiona las rodillas y da un brinco.
El ave inadvertida no la ve venir
las enormes fauces ocultan el sol blanco
los dientes machacan la carne
arrancan las plumas
quiebran sin problemas las frágiles patitas,
mientras la paloma se debate moviendo sus alas,
Nicole es más fuerte y prevalece
con un preciso movimiento de su pata
le rompe el cuello.
Aún con el pájaro en el hocico,
la paciente Nicole abandona las tinieblas
se posa bajo el sol, escupiendo un montón de plumas grises. Masticando
se echa patas arriba
con la lengua afuera, roja y jadeante
revolcándose en la hierba
tierna, lozana y satisfecha.
jueves, 23 de abril de 2009
Sexy como el infierno
Estaba sentado al borde de la vereda sin hacer nada productivo cuando llegó Martín y me preguntó qué es lo que hacía.
- Nada- dije, y seguí sentado.
- ¿Qué me cuentas? No te veo hace tiempo- dijo Martín.
Le conté que llevaba casi un mes con novia y que no había escrito ni hecho, en general, nada productivo en todo el verano.
- Qué bien- respondió.
- Ya.
- Vaya mierda.
- Sí. Pero la paso bien. Mi chica es genial.
- Excelente.
- Sí.
Cogí un gitano aplastado de mi bolsillo, lo encendí con un fósforo y le di una calada. Le ofrecí a Martín uno, pero me dijo que no quería.
- Paso, hace dos semanas que no fumo. Creo que lo voy a dejar.
- Me alegro por ti- dije.
- Gracias.
- No, en verdad no.
- ¿Por qué no? Tú también deberías dejarlo. Todos deberíamos dejarlo.
- Ni loco. Tengo 20 años. A penas empiezo a disfrutarlo.
Fue entonces cuando pasó la chica nueva. Acababa de mudarse a la casa de la esquina. Hacía años que nadie nuevo se mudaba, al menos, nadie que despertara realmente nuestro interés. Era alta y de cabello oscuro, largo y rizado. Ojos almendrados, de pestañas increíbles, muy negras, como orientales. Labios sensuales. Estaba bastante bien, como quería.
- Eh, mira, ahí está Taraza- dijo Martín.
Salió de su auto y pasó caminando muy cerca de nosotros, antes de pararse en la puerta de su casa para fumarse un cigarro. No nos habló, ni nos miró, ni hizo ninguna señal de percatarse de nuestra presencia en aquél plano de existencia de forma alguna. Aquello, supongo, hizo que nos gustara un poco más.
- ¿Quién?
- Taraza.
- ¿Así se llama?
- Sí.
- Vaya cosa.
- ¿Qué te parece?- preguntó Martín sacando un gitano de mi cajetilla.
- Sexy como el infierno- respondí.
- Ya.
Nos reímos.
Taraza hechó la colilla de su cigarro a la vereda frente a su casa y cogió una botella de agua de su cartera. Le dio un trago largo, los rayos del sol tiñéndola de blanco y de dorado, pareció mirarnos por una fracción de segundo, luego se dio media vuelta y entró a su casa.
Martín le dio una calada a su cigarrillo.
- Mierda, qué fuertes son estas cosas- exclamó mientras tosía. No se tapó la boca al hacerlo.
- Ya. Lo sé.
- Nada- dije, y seguí sentado.
- ¿Qué me cuentas? No te veo hace tiempo- dijo Martín.
Le conté que llevaba casi un mes con novia y que no había escrito ni hecho, en general, nada productivo en todo el verano.
- Qué bien- respondió.
- Ya.
- Vaya mierda.
- Sí. Pero la paso bien. Mi chica es genial.
- Excelente.
- Sí.
Cogí un gitano aplastado de mi bolsillo, lo encendí con un fósforo y le di una calada. Le ofrecí a Martín uno, pero me dijo que no quería.
- Paso, hace dos semanas que no fumo. Creo que lo voy a dejar.
- Me alegro por ti- dije.
- Gracias.
- No, en verdad no.
- ¿Por qué no? Tú también deberías dejarlo. Todos deberíamos dejarlo.
- Ni loco. Tengo 20 años. A penas empiezo a disfrutarlo.
Fue entonces cuando pasó la chica nueva. Acababa de mudarse a la casa de la esquina. Hacía años que nadie nuevo se mudaba, al menos, nadie que despertara realmente nuestro interés. Era alta y de cabello oscuro, largo y rizado. Ojos almendrados, de pestañas increíbles, muy negras, como orientales. Labios sensuales. Estaba bastante bien, como quería.
- Eh, mira, ahí está Taraza- dijo Martín.
Salió de su auto y pasó caminando muy cerca de nosotros, antes de pararse en la puerta de su casa para fumarse un cigarro. No nos habló, ni nos miró, ni hizo ninguna señal de percatarse de nuestra presencia en aquél plano de existencia de forma alguna. Aquello, supongo, hizo que nos gustara un poco más.
- ¿Quién?
- Taraza.
- ¿Así se llama?
- Sí.
- Vaya cosa.
- ¿Qué te parece?- preguntó Martín sacando un gitano de mi cajetilla.
- Sexy como el infierno- respondí.
- Ya.
Nos reímos.
Taraza hechó la colilla de su cigarro a la vereda frente a su casa y cogió una botella de agua de su cartera. Le dio un trago largo, los rayos del sol tiñéndola de blanco y de dorado, pareció mirarnos por una fracción de segundo, luego se dio media vuelta y entró a su casa.
Martín le dio una calada a su cigarrillo.
- Mierda, qué fuertes son estas cosas- exclamó mientras tosía. No se tapó la boca al hacerlo.
- Ya. Lo sé.
lunes, 30 de marzo de 2009
El Rito Odínico
Nota: Este post es continuación de este otro: http://poesiadelamala.blogspot.com/2007/09/el-rito-odnico.html. Son unos relatos bastante cortos que hice hace un par de años. Quizá algún día los termine. De momento, iré poniendo lo que hay.
Uno de los principales pasatiempos de Golmen era la poesía. Habían diversos temas entre sus escritos, pero el tópico que trataba más a menudo era la naturaleza. Podía pasarse horas escribiendo sobre las diversas emociones que le inspiraban jardines y riachuelos, o sobre los distintos matices que en ellos percibía bajo la luz rojiza del atardecer.
Aquella tarde, sin embargo, Golmen tuvo que dejar a medias la lírica. Era jueves, después de todo, y la rutina de los otros seis días de la semana se quebraba bajo su propio peso. Caminó hacia el perchero y tomó su abrigo antes de salir de la casa. Ya afuera, detuvo un taxi, subió y le indicó al conductor que le llevara al café Christiania. El trayecto, como siempre, no tuvo nada que mereciera destacarse.
- Le parecerá extraño- le dijo el taxista cuando hubieron llegado, Gunnar hubo bajado y ya se disponía a pagar -. He vivido en esta ciudad demasiado tiempo, y la verdad es que nunca había visto el lugar antes. Se ve agradable.
- Hay buen café- contestó Gunnar sonriendo.
(10 de mayo del 2007)
(II)
Uno de los principales pasatiempos de Golmen era la poesía. Habían diversos temas entre sus escritos, pero el tópico que trataba más a menudo era la naturaleza. Podía pasarse horas escribiendo sobre las diversas emociones que le inspiraban jardines y riachuelos, o sobre los distintos matices que en ellos percibía bajo la luz rojiza del atardecer.
Aquella tarde, sin embargo, Golmen tuvo que dejar a medias la lírica. Era jueves, después de todo, y la rutina de los otros seis días de la semana se quebraba bajo su propio peso. Caminó hacia el perchero y tomó su abrigo antes de salir de la casa. Ya afuera, detuvo un taxi, subió y le indicó al conductor que le llevara al café Christiania. El trayecto, como siempre, no tuvo nada que mereciera destacarse.
- Le parecerá extraño- le dijo el taxista cuando hubieron llegado, Gunnar hubo bajado y ya se disponía a pagar -. He vivido en esta ciudad demasiado tiempo, y la verdad es que nunca había visto el lugar antes. Se ve agradable.
- Hay buen café- contestó Gunnar sonriendo.
(10 de mayo del 2007)
miércoles, 25 de febrero de 2009
7. Ángeles y demonios
Helen Pogue mira al pequeño que tiene ante él. Pequeño, delgado, anguloso. Le sonríe en un gesto que pretende ser reconfortante pero el niño sigue escrutándola con frialdad. Tiene bonitos ojos negros.
- ¿De qué quieres hablar, Jude?
- Nada en especial- dice el niño.
- ¿No?
- No, no realmente.
Helen se muerde el labio suavemente, repitequea con las uñas sobre la mesa, despacio. Un gesto intuitivo, muy femenino. Toma un bolígrafo y una hoja de papel. Se los extiende al paciente.
- Hagamos esto: dibuja lo que quieras, algo relacionado a tu familia.
- No quiero.
Una risa queda escapa de la boca de Helen. Estaba esperando aquella negativa.
- ¿No te gusta dibujar?
- ¿Qué es lo que le parece gracioso?- inquiere el niño, ignorando su última pregunta.
- ¿Disculpa, Jude?
- ¿Qué es lo que le parece gracioso? Se está riendo.
- Bueno, Jude, no me pones las cosas muy fáciles. Es difícil tratar contigo.
- Usted no debería tratar conmigo, Helen. Yo no debería estar aquí. No quiero volver.
Lo sólido en su sinceridad le apabulla. No tiene diez años todavía.
- ¿Estás molesto con tus padres por hacerte venir?
- No. Los odio, independientemente de que me hagan venir. Que yo no quiera venir ya es por algo distinto.
- ¿Te caigo mal, Jude?
- No.
Helen sonríe, buscando un rastro de calidez en los rasgos de su paciente. No lo encuentra en ninguna parte.
- No tiene que ver con que me caigas bien o mal, Helen- dice el pequeño -. Estoy perdiendo el tiempo aquí.
- ¿Por qué lo dices?
- Podría estar divirtiéndome.
- Ok. ¿Qué te gustaría hacer si no vinieras a la consulta, Jude? En la escuela y en casa no la pasas bien, por lo que me has dicho.
- No. No me puedo concentrar. Quiero ver un incendio.
- ¿Un incendio?
- Sí. Quiero estar sentado a la sombra de las llamas y mirarlas muy muy fijamente. Hace calor, pero no es como cuando hace sol. El sol es una mierda. Mierda de escarabajo.
Helen se quedó mirando al pequeño.
- ¿Estoy enfermo porque me gusta el fuego?
- No- responde la mujer, tratando de sonar reconfortante -. ¿Por qué dices que es una mierda... de escarabajo?
- De escarabajo pelotero. Arrastran pelotas de mierda a empujones. Redondas y brillantes, como el sol.
Helen rió. Aquél niño leía bastante.
- Me gusta leer- dice Judah.
- ¿Sí, mucho?
- Bastante. Hay cosas interesantes.
- Seguro que sí. La lectura es muy importante. ¿Qué libros te gusta leer, Jude? ¿También podrías estar leyendo si no estuvieras aquí?
- Yo estoy leyendo todo el tiempo, Helen. Leo de todo.
El silencio impera por un momento. Sus ojos se encuentran. Brillan.
- ¿Qué otra cosa podrías estar haciendo si no estuvieras aquí, Jude?
- Podría estar afilando un cuchillo. Y luego limpiarlo.
- ¿Afilarlo y limpiarlo?
Se muerde el labio una vez más.
- ¿Por qué lo afilarías para luego limpiarlo Jude? ¿No hay un intermedio?
El niño la contempla curioso.
- ¿Un intermedio?
- Una acción intermedia, algo que requiera la limpieza luego de afilar la hoja. Por ejemplo, cortar una fruta. El cuchillo se ensucia con el jugo y necesita ser limpiada. Afilas la herramienta para llevar acabo una acción, luego, la acción trae la limpieza como consecuencia.
El niño ríe, asintiendo.
- No hay acción intermedia Helen- dice entonces.
- ¿No la hay, Jude?
- No. Es solamente una ilusión.
- No te entiendo.
- Mira la hoja, Helen. He hecho un dibujo.
La mujer suspira.
- Yo tengo el bolígrafo, Jude...
Igualmente, baja la mirada hacia la hoja. Alguien ha dibujado un ángel.
- ¿De qué quieres hablar, Jude?
- Nada en especial- dice el niño.
- ¿No?
- No, no realmente.
Helen se muerde el labio suavemente, repitequea con las uñas sobre la mesa, despacio. Un gesto intuitivo, muy femenino. Toma un bolígrafo y una hoja de papel. Se los extiende al paciente.
- Hagamos esto: dibuja lo que quieras, algo relacionado a tu familia.
- No quiero.
Una risa queda escapa de la boca de Helen. Estaba esperando aquella negativa.
- ¿No te gusta dibujar?
- ¿Qué es lo que le parece gracioso?- inquiere el niño, ignorando su última pregunta.
- ¿Disculpa, Jude?
- ¿Qué es lo que le parece gracioso? Se está riendo.
- Bueno, Jude, no me pones las cosas muy fáciles. Es difícil tratar contigo.
- Usted no debería tratar conmigo, Helen. Yo no debería estar aquí. No quiero volver.
Lo sólido en su sinceridad le apabulla. No tiene diez años todavía.
- ¿Estás molesto con tus padres por hacerte venir?
- No. Los odio, independientemente de que me hagan venir. Que yo no quiera venir ya es por algo distinto.
- ¿Te caigo mal, Jude?
- No.
Helen sonríe, buscando un rastro de calidez en los rasgos de su paciente. No lo encuentra en ninguna parte.
- No tiene que ver con que me caigas bien o mal, Helen- dice el pequeño -. Estoy perdiendo el tiempo aquí.
- ¿Por qué lo dices?
- Podría estar divirtiéndome.
- Ok. ¿Qué te gustaría hacer si no vinieras a la consulta, Jude? En la escuela y en casa no la pasas bien, por lo que me has dicho.
- No. No me puedo concentrar. Quiero ver un incendio.
- ¿Un incendio?
- Sí. Quiero estar sentado a la sombra de las llamas y mirarlas muy muy fijamente. Hace calor, pero no es como cuando hace sol. El sol es una mierda. Mierda de escarabajo.
Helen se quedó mirando al pequeño.
- ¿Estoy enfermo porque me gusta el fuego?
- No- responde la mujer, tratando de sonar reconfortante -. ¿Por qué dices que es una mierda... de escarabajo?
- De escarabajo pelotero. Arrastran pelotas de mierda a empujones. Redondas y brillantes, como el sol.
Helen rió. Aquél niño leía bastante.
- Me gusta leer- dice Judah.
- ¿Sí, mucho?
- Bastante. Hay cosas interesantes.
- Seguro que sí. La lectura es muy importante. ¿Qué libros te gusta leer, Jude? ¿También podrías estar leyendo si no estuvieras aquí?
- Yo estoy leyendo todo el tiempo, Helen. Leo de todo.
El silencio impera por un momento. Sus ojos se encuentran. Brillan.
- ¿Qué otra cosa podrías estar haciendo si no estuvieras aquí, Jude?
- Podría estar afilando un cuchillo. Y luego limpiarlo.
- ¿Afilarlo y limpiarlo?
Se muerde el labio una vez más.
- ¿Por qué lo afilarías para luego limpiarlo Jude? ¿No hay un intermedio?
El niño la contempla curioso.
- ¿Un intermedio?
- Una acción intermedia, algo que requiera la limpieza luego de afilar la hoja. Por ejemplo, cortar una fruta. El cuchillo se ensucia con el jugo y necesita ser limpiada. Afilas la herramienta para llevar acabo una acción, luego, la acción trae la limpieza como consecuencia.
El niño ríe, asintiendo.
- No hay acción intermedia Helen- dice entonces.
- ¿No la hay, Jude?
- No. Es solamente una ilusión.
- No te entiendo.
- Mira la hoja, Helen. He hecho un dibujo.
La mujer suspira.
- Yo tengo el bolígrafo, Jude...
Igualmente, baja la mirada hacia la hoja. Alguien ha dibujado un ángel.
miércoles, 18 de febrero de 2009
6. Ahriman
Ahriman. Ahriman. Ahriman lo rodea todo. La oscuridad lo rodea todo.
Arrinconado en un agujero en el suelo, Judah cuenta los dedos de su mano y piensa en el camino que tiene delante de sus ojos. Un camino que se prolonga en numerosas avenidas y se dobla y se retuerce en sí mismo, dejando una cantidad ilimitada de cambio frente a él.
Piensa en un partido de fútbol, "soccer", en los desiertos de Sonora.
Eso fue hace mucho. No. Eso aún no ha sido. Está en los rincones oscuros de mi mente, pero aún está por ocurrir.
Piensa en el zumbido taciturno de aquél vinilo girando sobre el tornamesa.
Eso no está sucediendo aquí, piensa. Eso ocurre muy, muy lejos, en algún escondite lejano, un refugio contra la oscuridad.
Está empezando a asumirlo. Ahriman, Ahriman. La sustancia a su alrededor, el polvo de los muertos que se eleva. ¿Es esto Verdad, o se trata de una nueva Farsa? Sabe que se encuentra en los dominios de Angra Mainyu, donde todo es falso.
Recoge un puñado de tierra. Está mezclada con su propia sangre, sangre derramada de los agujeros en su boca. El polvo chorrea entre sus dedos rotos, pero no cae. No cae, sino que se eleva en la oscuridad.
- Ahriman- susurra, sus primeras palabras en casi un año de semi-inconsciencia -. Ahriman, Ahriman... Angra Mainyu...
Ahora puede sentirlo en su cuerpo. Está despertando: su cuerpo está despertando.
- He... aguardado... a la noche- murmura la letanía -. He esperado... el final... del verano.
Se levanta.
- Ahora el invierno está cerca.
Nada lo sostiene a la tierra, y lo sabe. Sus dientes destrozados se han enmendado, refaccionados con el calcio de la tierra, una luz brillante en la oscuridad del agujero.
Mis huesos son una ilusión, piensa. Sus huesos, sus músculos, sus órganos. Todo entero una vez más, todo brillando, una luz falsa en la oscuridad del agujero.
- Yo soy Aži Dahāka. Aquél que posee diez mil corceles. Aquél que ríe.
Piensa en la oscuridad que tiene delante y en los caminos que se le han presentado. Pasado, presente y futuro, todo en un mismo escenario, aglomerado en un pequeño rincón de su mente. Debe tomar uno solo de entre los hilos del tapiz de la realidad y hacerlo suyo.
Se eleva sobre la tierra, ninguna fuerza le sostiene. Solo un camino puede darle mil años de oscuridad.
Arrinconado en un agujero en el suelo, Judah cuenta los dedos de su mano y piensa en el camino que tiene delante de sus ojos. Un camino que se prolonga en numerosas avenidas y se dobla y se retuerce en sí mismo, dejando una cantidad ilimitada de cambio frente a él.
Piensa en un partido de fútbol, "soccer", en los desiertos de Sonora.
Eso fue hace mucho. No. Eso aún no ha sido. Está en los rincones oscuros de mi mente, pero aún está por ocurrir.
Piensa en el zumbido taciturno de aquél vinilo girando sobre el tornamesa.
Eso no está sucediendo aquí, piensa. Eso ocurre muy, muy lejos, en algún escondite lejano, un refugio contra la oscuridad.
Está empezando a asumirlo. Ahriman, Ahriman. La sustancia a su alrededor, el polvo de los muertos que se eleva. ¿Es esto Verdad, o se trata de una nueva Farsa? Sabe que se encuentra en los dominios de Angra Mainyu, donde todo es falso.
Recoge un puñado de tierra. Está mezclada con su propia sangre, sangre derramada de los agujeros en su boca. El polvo chorrea entre sus dedos rotos, pero no cae. No cae, sino que se eleva en la oscuridad.
- Ahriman- susurra, sus primeras palabras en casi un año de semi-inconsciencia -. Ahriman, Ahriman... Angra Mainyu...
Ahora puede sentirlo en su cuerpo. Está despertando: su cuerpo está despertando.
- He... aguardado... a la noche- murmura la letanía -. He esperado... el final... del verano.
Se levanta.
- Ahora el invierno está cerca.
Nada lo sostiene a la tierra, y lo sabe. Sus dientes destrozados se han enmendado, refaccionados con el calcio de la tierra, una luz brillante en la oscuridad del agujero.
Mis huesos son una ilusión, piensa. Sus huesos, sus músculos, sus órganos. Todo entero una vez más, todo brillando, una luz falsa en la oscuridad del agujero.
- Yo soy Aži Dahāka. Aquél que posee diez mil corceles. Aquél que ríe.
Piensa en la oscuridad que tiene delante y en los caminos que se le han presentado. Pasado, presente y futuro, todo en un mismo escenario, aglomerado en un pequeño rincón de su mente. Debe tomar uno solo de entre los hilos del tapiz de la realidad y hacerlo suyo.
Se eleva sobre la tierra, ninguna fuerza le sostiene. Solo un camino puede darle mil años de oscuridad.
lunes, 26 de enero de 2009
verano
el verano es un período poco provechoso
para mí
quiero decir que a mí también me gusta
ver mujeres con poca ropa
tanto como a cualquier ser humano
con un alma y cuatro libras de carne al frente
sin embargo
odio la playa y otros
elementos del verano
pues para mí verano implica
no hacer otra cosa que beber y dormir
en las noches estivales reflexiono sobre esto
en compañía o en solitario
y pienso en que debería hacer algo más provechoso
quizá dejarles más propinas a los mozos
o dejar de endeudarme en la tienda de la esquina
pero las constelaciones
o las fases de la Tierra
el poder de la simbología de las estaciones
y la influencia del sol sobre la muerte
me lo impiden
soy un bodrio
soy un bodrio
soy un bodrio vomitando bilis
en cada hueco de la calle.
para mí
quiero decir que a mí también me gusta
ver mujeres con poca ropa
tanto como a cualquier ser humano
con un alma y cuatro libras de carne al frente
sin embargo
odio la playa y otros
elementos del verano
pues para mí verano implica
no hacer otra cosa que beber y dormir
en las noches estivales reflexiono sobre esto
en compañía o en solitario
y pienso en que debería hacer algo más provechoso
quizá dejarles más propinas a los mozos
o dejar de endeudarme en la tienda de la esquina
pero las constelaciones
o las fases de la Tierra
el poder de la simbología de las estaciones
y la influencia del sol sobre la muerte
me lo impiden
soy un bodrio
soy un bodrio
soy un bodrio vomitando bilis
en cada hueco de la calle.
viernes, 23 de enero de 2009
Lista de libros leídos en el 2008
La lista de libros leídos en el año 2008 (por ahí hay alguno que también leí en el 2007).
La Ciudad y los Perros, de Mario Vargas Llosa (novela)
Pulp, de Charles Bukowski (novela)
Sin Plumas, de Woody Allen (teatro)
Prometeo Mal Encadenado, de André Gide (novela)
Iluminaciones, de Arthur Rimbaud (poesía)
Escritos de un Viejo Indecente, de Charles Bukowski (cuentos)
Juego de Tronos, de George R. R. Martin (novela)
Choque de Reyes, de George R. R. Martin (novela)
Tormenta de Espadas, de George R. R. Martin (novela)
Festín de Cuervos, de George R. R. Martin (novela)
2666, de Roberto Bolaño (novela)
Se Busca una Mujer, de Charles Bukowski (cuentos)
Llamadas Telefónicas, de Roberto Bolaño (cuentos)
Rebeldes, de Susan E. Hinton (novela)
Nuestro GG en La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez (novela)
En los Extramuros del Mundo, de Enrique Verástegui (poesía)
Watchmen, de Alan Moore (novela gráfica)
El Exorcista, de William Peter Blatty (novela)
La Casa de Dostoievsky, de Jorge Edwards (novela)
Música de Cañerías, de Charles Bukowski (cuentos)
Porno, de Irvine Welsh (novela)
Cartero, de Charles Bukowski (novela)
Trilogía Sucia de La Habana, Pedro Juan Gutiérrez (cuentos-novela)
La Pistola de Mi Hermano, de Ray Lóriga (novela)
El Gaucho Insufrible, de Roberto Bolaño (cuentos-ensayos)
La Ciudad y los Perros, de Mario Vargas Llosa (novela)
Pulp, de Charles Bukowski (novela)
Sin Plumas, de Woody Allen (teatro)
Prometeo Mal Encadenado, de André Gide (novela)
Iluminaciones, de Arthur Rimbaud (poesía)
Escritos de un Viejo Indecente, de Charles Bukowski (cuentos)
Juego de Tronos, de George R. R. Martin (novela)
Choque de Reyes, de George R. R. Martin (novela)
Tormenta de Espadas, de George R. R. Martin (novela)
Festín de Cuervos, de George R. R. Martin (novela)
2666, de Roberto Bolaño (novela)
Se Busca una Mujer, de Charles Bukowski (cuentos)
Llamadas Telefónicas, de Roberto Bolaño (cuentos)
Rebeldes, de Susan E. Hinton (novela)
Nuestro GG en La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez (novela)
En los Extramuros del Mundo, de Enrique Verástegui (poesía)
Watchmen, de Alan Moore (novela gráfica)
El Exorcista, de William Peter Blatty (novela)
La Casa de Dostoievsky, de Jorge Edwards (novela)
Música de Cañerías, de Charles Bukowski (cuentos)
Porno, de Irvine Welsh (novela)
Cartero, de Charles Bukowski (novela)
Trilogía Sucia de La Habana, Pedro Juan Gutiérrez (cuentos-novela)
La Pistola de Mi Hermano, de Ray Lóriga (novela)
El Gaucho Insufrible, de Roberto Bolaño (cuentos-ensayos)
lunes, 19 de enero de 2009
Zombies
Zombies. Los muertos se levantan de sus tumbas y caminan hacia nosotros. La gente se muere de miedo y eso, realmente, no ayuda. He estado disparando contra esos maricas lo que va de la noche, a penas puedo sentir mis dedos.
Un pueblito pequeño en Santa Clara, todo parece normal hasta que llega el haitiano. Monsieur Préval. Un hombre negro, alto y delgado, buscando trabajo como sepulturero. Pero este pueblo tenía un sepulturero. Así que condenado al ostracismo, el haitiano considera sus opciones. Zombies. Qué gran hijo de puta.
"¡Eh, Ojitos, trae más municiones!," exclama Joe desde el otro extremo de la habitación. Ambos apuntamos con los Winchester a través de la cerca y disparamos, una y otra vez. Pero ya casi nos hemos quedado sin balas. Alguien tiene que volver al sótano y pedirle municiones a Maggie, antes de que los condenados se acerquen.
"Pídele a tu mujer que las traiga," digo yo, recargando el rifle.
"Maggie no va a salir por nada, yo me encargo de estos cabrones, tú trae las jodidas balas."
Joe es más grande, también más valiente. Él es el gran hermano. Le doy una mirada (esa mirada) y escupo la colilla de mi cigarro a sus pies. Luego salgo de ahí, rifle en mano, y me dirijo al sótano. Allí están Maggie y los niños, rezando un Padre Nuestro a viva voz.
"Eh, Maggie, pásame cartuchos."
Cobija a los pequeños bajo sus brazos y pese a su enfermizo color tiza y aquella línea difusa en la que sus ora carnosos labios se han convertido, su rostro logra expresar desaprobación.
"Llévatelos todos, Ojitos. Llévatelos todos y vete."
"No seas una puta malcriada Maggie, si me los llevo todos y esos hijos de puta logran acercarse lo suficiente, tendré que venir aquí corriendo a encerrarme con ustedes y a ver si al jodido Espíritu Santo se le ocurre traerme balitas del Paraíso."
En ese momento un grito sacude la noche. Un grito horroroso, buenamente, pero la verdad es que Joe con todas sus cualidades nunca fue el más bonito de los hijos de mamá O'Hagan. Maggie se santigua y abraza a sus hijos con fuerza y yo solo atino a gruñir: "Maldito haitiano."
Cojo algunas municiones y subiendo por las escaleras, salgo a la noche.
Ahí los veo. Ya han cruzado la cerca, los muy asquerosos. Son horribles. Con pieles correosas y ojos blanquecinos, como el huevo podrido de algún ave del desierto. Se mueven lento, pero no se detienen. Hay que tener buena puntería.
"¡Maggie!" grito. "¡Maggie, sube aquí ahora mismo!"
"¡Qué es lo que quieres Ojitos!"
"Deja a tus cachorros ahí y ayúdame con esto. ¡Son demasiados!"
"¡Ojitos, son unos niños... !"
"¡Sube ahora mismo, perra!"
Maggie sube y ni bien ha sacado los pies del umbral le entrego el Winchester con un par de cargas.
"¿Sabes usarlo?"
"Sí."
"Bien, apunta a la cabeza. Siempre a la cabeza, que sino no flipan. ¿Está claro?"
Por toda respuesta dispara a la cabeza del que va adelante. El horrendo hijo de puta cae al suelo y algunos zombies se detienen para devorarlo.
"¡Coño, Margaret O'Riley, a eso llamo yo buena puntería!"
Pego un grito de alegría y empiezo a disparar con la Colt que guardaba hasta hace a penas unos segundos en el cinto. Disparo, disparo, disparo. Estoy realmente eufórico y cuando entre mi cuñada y yo ya nos hemos cargado a unos veinte zombies, trato de besarla.
"¡No, Ojitos, qué haces!"
"Vamos nena, no me digas que no lo deseas. ¡Le estamos ganando a la muerte!"
Entonces me patea en la descendencia. Me contraigo del dolor y me dispara en la tripa.
"Mierda... Maggie... "
La escucho llamar a los niños. Los escucho correr, y escucho disparos. Luego, el ruido de los caballos. ¡La muy hija de puta me abandona! No sobrevivirá. No sobrevivirá a las montañas, a los salvajes... será comida de cadáveres y luego, de gusanos. No hay forma de que abandone Santa Clara con los niños. Morirá de hambre o de sed o de... tantas cosas. Mira tú. Supongo que nunca es buen momento para codiciar a la mujer de tu hermano.
Trato de reincorporarme, a penas sintiendo mis piernas. Estoy sangrando muchísimo. Apoyo la cabeza en las puertas del sótano y veo a los muertos acercándose. Comienzo a contarlos: Marla O'Flannigan, la vieja dueña del cabaret, Mickey O'Rourke, el viejo sheriff, Wendy O'Dee, la viuda del sheriff anterior... Pat O'Daly, el sepulturero, y... otros catorce que ya no distingo, por lo descompuestos. En fin, el caso es que yo solo tengo dos balas. Ah, y ahí viene Joe. Mi hermano Joe.
Un pueblito pequeño en Santa Clara, todo parece normal hasta que llega el haitiano. Monsieur Préval. Un hombre negro, alto y delgado, buscando trabajo como sepulturero. Pero este pueblo tenía un sepulturero. Así que condenado al ostracismo, el haitiano considera sus opciones. Zombies. Qué gran hijo de puta.
"¡Eh, Ojitos, trae más municiones!," exclama Joe desde el otro extremo de la habitación. Ambos apuntamos con los Winchester a través de la cerca y disparamos, una y otra vez. Pero ya casi nos hemos quedado sin balas. Alguien tiene que volver al sótano y pedirle municiones a Maggie, antes de que los condenados se acerquen.
"Pídele a tu mujer que las traiga," digo yo, recargando el rifle.
"Maggie no va a salir por nada, yo me encargo de estos cabrones, tú trae las jodidas balas."
Joe es más grande, también más valiente. Él es el gran hermano. Le doy una mirada (esa mirada) y escupo la colilla de mi cigarro a sus pies. Luego salgo de ahí, rifle en mano, y me dirijo al sótano. Allí están Maggie y los niños, rezando un Padre Nuestro a viva voz.
"Eh, Maggie, pásame cartuchos."
Cobija a los pequeños bajo sus brazos y pese a su enfermizo color tiza y aquella línea difusa en la que sus ora carnosos labios se han convertido, su rostro logra expresar desaprobación.
"Llévatelos todos, Ojitos. Llévatelos todos y vete."
"No seas una puta malcriada Maggie, si me los llevo todos y esos hijos de puta logran acercarse lo suficiente, tendré que venir aquí corriendo a encerrarme con ustedes y a ver si al jodido Espíritu Santo se le ocurre traerme balitas del Paraíso."
En ese momento un grito sacude la noche. Un grito horroroso, buenamente, pero la verdad es que Joe con todas sus cualidades nunca fue el más bonito de los hijos de mamá O'Hagan. Maggie se santigua y abraza a sus hijos con fuerza y yo solo atino a gruñir: "Maldito haitiano."
Cojo algunas municiones y subiendo por las escaleras, salgo a la noche.
Ahí los veo. Ya han cruzado la cerca, los muy asquerosos. Son horribles. Con pieles correosas y ojos blanquecinos, como el huevo podrido de algún ave del desierto. Se mueven lento, pero no se detienen. Hay que tener buena puntería.
"¡Maggie!" grito. "¡Maggie, sube aquí ahora mismo!"
"¡Qué es lo que quieres Ojitos!"
"Deja a tus cachorros ahí y ayúdame con esto. ¡Son demasiados!"
"¡Ojitos, son unos niños... !"
"¡Sube ahora mismo, perra!"
Maggie sube y ni bien ha sacado los pies del umbral le entrego el Winchester con un par de cargas.
"¿Sabes usarlo?"
"Sí."
"Bien, apunta a la cabeza. Siempre a la cabeza, que sino no flipan. ¿Está claro?"
Por toda respuesta dispara a la cabeza del que va adelante. El horrendo hijo de puta cae al suelo y algunos zombies se detienen para devorarlo.
"¡Coño, Margaret O'Riley, a eso llamo yo buena puntería!"
Pego un grito de alegría y empiezo a disparar con la Colt que guardaba hasta hace a penas unos segundos en el cinto. Disparo, disparo, disparo. Estoy realmente eufórico y cuando entre mi cuñada y yo ya nos hemos cargado a unos veinte zombies, trato de besarla.
"¡No, Ojitos, qué haces!"
"Vamos nena, no me digas que no lo deseas. ¡Le estamos ganando a la muerte!"
Entonces me patea en la descendencia. Me contraigo del dolor y me dispara en la tripa.
"Mierda... Maggie... "
La escucho llamar a los niños. Los escucho correr, y escucho disparos. Luego, el ruido de los caballos. ¡La muy hija de puta me abandona! No sobrevivirá. No sobrevivirá a las montañas, a los salvajes... será comida de cadáveres y luego, de gusanos. No hay forma de que abandone Santa Clara con los niños. Morirá de hambre o de sed o de... tantas cosas. Mira tú. Supongo que nunca es buen momento para codiciar a la mujer de tu hermano.
Trato de reincorporarme, a penas sintiendo mis piernas. Estoy sangrando muchísimo. Apoyo la cabeza en las puertas del sótano y veo a los muertos acercándose. Comienzo a contarlos: Marla O'Flannigan, la vieja dueña del cabaret, Mickey O'Rourke, el viejo sheriff, Wendy O'Dee, la viuda del sheriff anterior... Pat O'Daly, el sepulturero, y... otros catorce que ya no distingo, por lo descompuestos. En fin, el caso es que yo solo tengo dos balas. Ah, y ahí viene Joe. Mi hermano Joe.
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