Históricamente, Massachusetts fue el foco de encendidas supersticiones puritanas que llevaron a la muerte de numerosas personas inocentes y la de otras tantas que, quizás, no lo eran tanto. El conocimiento prohibido era aquello que llevaba las almas de los hombres directamente a las garras de Satán, y por ende, a las sempiternas llamas del infierno. Según los hombres de fe, la única forma de salvar el alma hereje y aquellas que le rodeaban de este cruel destino era purificándola en llamas más bien terrenales. Quizás es por esto que resulta una ironía que en la actualidad, es Nueva Inglaterra, y dentro de esta Massachusetts, la región estadounidense que cuenta con más universidades y casas académicas. Llamar a este lugar "cuna del conocimiento" no estaría de más. A veces uno se pregunta qué opinarían los padres fundadores de ciudades como Salem si vieran en lo que se ha convertido este territorio que hace unos cuantos siglos habitaron.
Por supuesto, siempre podrá argumentarse que los conocimientos hallados en los centros de estudio y bibliotecas de Massachusetts no están prohibidos, lo cuál resulta una perogrullada de proporciones... heréticas. El conocimiento se estudia para ser comprendido, y todos sabemos que el objetivo de un verdadero brujo está más lejos de la adoración demoníaca que de la trascendencia del ser a través de la comprensión definitiva de los misterios del mundo habitado, por supuesto, a través del tantas veces mentado conocimiento.
Grupos esotéricos como el Amanecer Dorado y el Argenteum Astrum llegaron a Boston y la costa este en tiempos victorianos, trayendo viejas reliquias para acompañar a aquellas que habían podido salvarse de la purga arcana. Nobles snob y otros aristócratas fueron mecenas tanto de las casas de estudios como del New Age, resultando en lazos de tácita comunión entre los prometedores estudiantes de lo mundano y aquellos que indagaban más bien sobre lo oculto. Es por esto que hoy en día, las ricas bibliotecas de universidades como Harvard albergan no solo tratados y enciclopedias ocultistas, sino verdaderos compendios de nigromancia y demonología, libros de magia y otros secretos que el estudiante promedio preferiría ignorar. Y sin embargo, estas no son las principales fuentes de saber arcano en la comunidad de Nueva Inglaterra. Oh no, este honor se lo llevan las bibliotecuchas de corte victoriano que uno puede encontrar a la vuelta de la esquina en algún barrio más bien empobrecido. Bibliotecuchas y feas tiendas de antigüedades, pero eso sí, hay que saber buscar. Si uno sabe donde mirar, probablemente encuentre más de lo que los ministros puritanos jamás soñaron en sus peores pesadillas, y esto es en sí mismo una señal de interés legítimo, requisito indispensable para acceder a los misterios que estos viejos tomos encierran. Un requisito que todos podemos cumplir ya que, como insinué antes, no existe el conocimiento prohibido.
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(2 de junio del 2007)
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