lunes, 3 de septiembre de 2007

Cold Wind to Valhalla


Hay algo sobre el Barranco bohemio que me resulta detestable. Mucha gente de cualquier otro distrito dando vueltas por aquí. Mucho blanco entre cholo. Y no es que tenga algo contra los blancos, porque yo soy blanco. Bien blanco.

En fin, no puedo dormir. Así que bebo en algún bar de la Avenida Grau. Siempre bebo en algún bar de la Avenida Grau. La rutina es pedirme un vodka. Mis gustos van más hacia el vodka y la cerveza que hacia el whiskey y el ron. Y el vino, algo tiene el vino que no. Quizás es porque le gusta mucho a las mujeres. Y algo tienen las mujeres que no.

Así que, bueno, noches de alcohol y música en Barranco. ¿Eso me haría un bohemio? Quizás por eso prefiero evitar la música. Odio la música. Algún genio la llamaba la más inútil de las artes, y sin embargo la más grande; yo no soy un genio, así que me quedo con la primera parte de la afirmación. Y así puedo decir que las mías son solo noches de alcohol. Noches de alcohol en Barranco.

Conozco a mucha gente por aquí. He vivido en este distrito toda mi vida. Desde que el abuelo Jorgensen llegara a Lima en el 17, los Jorgensen hemos estado en Barranco. Y a lo que iba al principio es al tema de lo detestable que puede resultar una panda de niños "bohemios" rondando en el boulevard hasta las 4 de la mañana. Carajo, hasta las 3 es saludable. Después de las 4 solo puede ser una borrachera infernal. Yo lo sé, ustedes lo saben, nosotros lo sabemos. Los dioses lo saben. Y cuando los vecinos, los que realmente vivimos aquí, queremos hacer algo al respecto, nos tratan como a unos putos tiranos. Pero nosotros vivimos aquí. No ustedes, cabrones de bufanda rayada y saco, cabrones de anteojos, boina y chapitas. Ustedes no.
Hay algo en esos niños que me resulta detestable. Nunca acabo de acostumbrarme a su presencia.

Pero eso no es lo peor. Lo peor viene cuando empiezan a meterse a tus bares. Cuando los niños bohemios, los panqueques, los indies, los toneritos, los emos, empiezan a meterse en los lugares que frecuentas porque no puedes dormir a causa del ruido que provocan. Del escándalo que traen con ellos desde distritos circundantes, desde San Isidro o Miraflores, Surquillo. Cuando los niños bohemios pretenden beber contigo, hablarte y sonreirte y si no pueden hacer que les hables y les sonrías tú también, se burlan. Se ríen de ti, el viejo borracho e insomne, ese ejemplar del fósil de un etílico ser humano. El amargado adulto barranquino.

- Hola Emilio- saludo a Emilio. Él es el dueño. También es el barman.
- Hola Juan, ¿cómo estas?
- Ahí ando.
Me sirve el primer trago de la noche. Soy asiduo, sabe qué servir.
- ¿Cómo van las ventas?
- Las ventas van bien. Siempre van bien.
Sí, aquí las ventas siempre van bien. Nunca mal ni mejor. Reímos un rato, hablamos de fútbol. De la buena actuación de la Sub 17. De lo patético que me parece premiar a un equipo por llegar a los cuartos de final.
- Por eso cuando llega la hora nunca vamos al mundial.
De como pienso que por eso, cuando llega la hora, nunca vamos al mundial.
- Se premia cuando se gana. O si al menos se llega a la final- digo-. O si le rompes el esternón a otro jugador de un cabezaso. Ahí que se merecerían un premio.
Emilio y yo nos reímos. Los otros clientes se ríen. Soy un tipo gracioso. Más vodka. Me invitan una cerveza, la acepto.

Son casi las 4 y entonces llegan un grupo de esos chicos bohemios.
- Hola- saludan.
- Hola muchachos- les responde Emilio. Yo los miro.
- ¿Podemos sentarnos?
- Adelante.
Miran las fotografías viejas de Emilio. Miran la camiseta de Lolo Fernández en la pared. Hablan de Lolo Fernández. No saben nada de Lolo Fernández. Hablan de la Sub 17. También hablan del local, le preguntan a Emilio la historia del local. Me miran. Me hablan a mí.
- No te escucho hijo, estoy borracho- digo.
Se cagan de risa.
- Este señor es un chiste- dice uno.
- Está bien, hay que darle bien a la botella. Le decía si se quiere beber una cerveza con nosotros.
Le miro.
- Por los dioses que no beberé con un mocoso. Nos vemos Emilio.
Y así, tambaleandome, avanzo hacia la salida. Y entonces los oigo reir. Me vuelvo para verles señalándome. Doy media vuelta, camino hacia ellos, me miran gravemente. Empujo a uno de ellos y cae del taburete. Cae de culo y suena el hueso del culo. Y salgo una vez más, sin escuchar a nadie, sin prestar atención a nadie. A los Jorgensen no nos vienen con cojudeces.

Me alejo de la Avenida Grau. Ya estoy cerca del Girón de la Unión, por donde yo vivo. Es entonces, cuando me acerco a la calzada, cuando me percato que me vienen siguiendo. Los putos bohemios me vienen siguiendo. Debo admitir que estoy sorprendido. Nunca pensé que un grupo de personas que viven para depredar un noble distrito y gastarse la plata de sus padres en música y bebida (ellos si pueden dormir, que no me jodan) fuera a buscar revanchas de ningún tipo. Así que me doy media vuelta, les encaro, rascando suavemente mi barba.

- Oye conchatumadre, te voy a sacar la mierda- dice el niño al que, seguramente, tiré del taburete. Me empiezo a reir, me parto el culo de risa en su cara.
- Acá te espero mocoso- le digo. Los otros dos se ríen. Qué borracho debo estar.
Vienen a sacarme la mierda. Le meto un cabezaso en el esternón al primero y lo siento de culo, otra vez. Odín bendiga a Zidane. Me tiro sobre él, le meto un codazo en la cara, puedo sentir el tabique hundiéndose suavemente sobre el rostro agradable. ME PATEAN, ME PATEAN, ME PATEAN ESTOY GOLPEANDO A SU AMIGO Y ME PATEAN ESTOS BOHEMIOS HIJOS DE PUTA ME PATEAN PERO YO NO DEJO DE GOLPEARLO POR LOS DIOSES QUE NO DEJO DE GOLPEARLO, NO PARO, NO PARO, NO PARO. Tomo a uno del pie, le rompo el tobillo. El otro da un salto para atrás y me pongo de pie. POR LA CONCHASUMADRE, UNA BOTELLA EN LA CABEZA. Una botella en la cabeza siempre duele. Pero yo no me caigo. A veces pienso que yo nací para esto. Yo nací para partirles el ano a niños bohemios. La botella está rota, hay SANGRE SANGRE SANGRE. LE DOY UN CABEZASO JUSTO EN MEDIO DE LA CARA. Rueda gradas abajo. Voy por el siguiente, por el último que queda. El del piso, el del tabique roto, se levanta y corre. Sí, uno, queda uno, botella en mano.
- Vamos, sorrosquete- le digo-. Soy Clint Eastwood y te estoy esperando.
Puedo sentir la sangre correr desde mi cabeza por todo mi rostro. La barba enrojecida gotea y deja pequeñas manchas carmesí sobre mi cuello y mi camiseta. Los Jorgensen vivimos en Barranco desde que el abuelo Torlief Jorgensen llegó a Lima en el 17. El niño grita. EL NIÑO GRITA Y SE LANZA SOBRE MÍ, SE ABRAZA A MÍ, ME PEGA, ME PEGA CON LA BOTELLA PERO NO LA ROMPE ES DÉBIL, ES DÉBIL COMO UN MONO, COMO UNA MUJER, NO PUEDES CONFIAR EN UNA MUJER. Se aferra a mí, caemos al piso y rodamos, rodamos las gradas de piedra. RODAMOS RODAMOS LAS GRADAS DE PIEDRA. RÍO, RÍO, ME MUERO PERO ME LLEVO A TRES NIÑOS PITUCOS CONMIGO, MARICONES, QUÉ MEJOR FORMA DE MORIR. OH DIOSES. JAJAJA. JAJAJA.
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Hace frío. Yazgo sobre el la calzada del Girón de la Unión. Son más de las 4 de la mañana. Solo hasta las 3 es saludable. Después de las 4 solo puede ser una borrachera infernal.

5 comentarios:

Paulina dijo...

me gusta y no me gusta... me gusta el final específicamente y el el inicio, hasta cuando nombras a Zidane me pareció chistoso =P, pero ese problema que tienes con los emos xDDD y siempre que menciones el vodka...

me gustaría algo distinto a lo que sueles hacer.

Saludos =P

Lion Chinaski dijo...

nena, pedirme que no mencione a los emos en Barranco es como pedirme que no mencione a los payasos en el circo.

P dijo...

nene, no me parece ser nada débil eh.

Lion Chinaski dijo...

Nena, es un personaje ficticio ;)

Anónimo dijo...

Iñaky, buena idea. La trama se hace un poco densa en detalles en los que debes descarnar la medula de tu personaje. Odio a los mocosos de barranco... a sus bares y sus mujerzuelas... Iñaky , quiza por eso nos hemos entendido bien. Solo dejate ser una mala hierba en mal lugar. lo conversaremos con un vodka . AH! DESTRUYE A ESOS MALDITOS EMO! firmo: "D"